A contribuir al Bien Común no al mal común

Juan Miguel Alcántara Soria En el 2025, gobernantes y gobernados tendremos diferentes alternativas para decidir en el ámbito de lo social, con consecuencias para bien o para mal comunes. Vivimos el desastre del primer sexenio del obradorato, y estamos viviendo secuelas peores en el segundo. Una subpresidenta proclive a mentir más que su presidente. Demagogos puros, atacan a adversarios y a gobiernos anteriores y actuales que no sean camaradas; su ilusión de obras faraónicas y programas sociales incrementados han provocado la quiebra de finanzas nacionales; endeudamiento absurdo a pagar por varias generaciones; complicidad y tolerancia con grupos de delincuencia organizada; mayor orientación política marxista con ostentación de cercanía a gobiernos de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Colombia; corrupción generalizada, que incluye nepotismo de familias “progresistas”; generan nuevos ricos con obras y recursos públicos, hicieron cómplices a los más ricos del país. No hay dirigentes sociales o políticos que los contengan. En una sociedad pluralista como la nuestra, con diversidad de grupos organizados, de diversos fines económicos, políticos, educativos, religiosos, recreativos o profesionales, es asombroso que el conjunto no tome el rumbo o cauce que le corresponde por el bien de todos. Pudiendo llegar a ejercer la dirección de la sociedad -coparticipar- quienes dirigen a los grupos organizados, la han dejado en exclusiva al poder público -en los tres órdenes de gobierno- controlado por las corrientes de la 4t, aliadas con el crimen organizado en varios espacios. Desentendidos los grupos económicos, educativos, laborales o religiosos de los asuntos públicos, sus dirigentes actúan cerrada o temerosamente, buscando solo favorecer sus intereses particulares en el corto plazo, no el bien del conjunto. Isaac Guzmán Valdivia (mi profesor de Sociología en La Libre, fui su adjunto después) nos enseñó que “La política es considerada, en primer término, como la dirección social ejercida por los órganos del poder público. Pero debemos también entender por política -dado el hecho de nuestra sociedad pluralista- la acción ejercida por los grupos organizados en tanto que tal acción esté dirigida frente al poder del Estado, para modificar de alguna manera el orden jurídico establecido. Antes solo cabía la primera de estas dos acepciones. Hoy, ambas son necesarias. Y para entender el juego de las dos, téngase en cuenta que ya sea que la política se ejerza desde el gobierno o desde los grupos institucionalizados, siempre tendrá por objetivos la creación, el establecimiento, la conservación, el desarrollo, la modificación, el cambio radical o la destrucción, inclusive, del orden social que compromete a los propios grupos organizados o a la sociedad en general”. La subpresidenta hizo aprobar al Poder Revisor de la Constitución, en número y tiempo récord, las reformas propuestas por su presidente en febrero del 2024, destructoras de los poderes judiciales, de órganos autónomos, que reconcentran el poder público; dirigen a dictadura de partido. Y configuran nuevo régimen autocrático, más perverso que el príato. Las oposiciones en los congresos federal y locales fueron arrasadas. Y los dirigentes de los grupos institucionalizados fueron incapaces de contener tal destrucción y cambio radical del orden social que los afecta, y al bien general. Declinaron su rol de liderazgo por cuidar intereses particulares. La ley, los derechos humanos, la justicia, la paz son principios y valores olvidados, despreciados. Prevalece “la lucha por la conquista del poder y la habilidad para conservarlo y acrecentarlo. Entiéndase bien: el poder, no la autoridad. Y también: la habilidad para conservarlo y acrecentarlo, no la justificación de fines éticos y jurídicos. La política es hoy solo una técnica y su objetivo es el dominio de los más”, para beneficios particulares. Los grupos tienen responsabilidad por la calidad de vida, conforme a los valores de la persona humana y del bien común. Debemos cada uno exigir a los dirigentes de grupos en que participamos, asumir su rol en la dirección del cauce del conjunto. Con veracidad, justicia y prudencia. Aislados nada lograremos. A darle el 2025.

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Desde las oposiciones a hacer política de bien común

Juan Miguel Alcántara Soria El calendario avanza. Los tribunales electorales -federal y locales- calificarán procesos, en sus aspectos cuantitativos, y también cualitativos. No solo validarán sumatorias de votos, o las corregirán. También deben juzgar su calidad: su imparcialidad, equidad, si hubo piso parejo, su legalidad: conformidad a las reglas del juego electoral. Los ciudadanos, por nuestra parte, dentro y fuera de los partidos (estos somos la inmensa mayoría), debemos preguntarnos por las tareas que nos corresponden hacia adelante. Quienes sean declarados titulares de los poderes públicos definidos por elección popular, conformarán desde ya equipos, y elaborarán planes, programas de gobierno, o legislativos, según sea el caso. En disposición de transparentar actuación, y rendir cuentas. Las oposiciones, en cada ámbito, no son solo las de los partidos políticos y de sus correspondientes regidores, diputados o senadores. Los pesos y contrapesos van más allá de los órganos del Estado mexicano definidos en la Constitución. Los equilibrios, sanos e insanos, son también otros poderes, dentro y fuera del país: el económico o financiero, el militar, los religiosos, los sindicales, agencias gubernamentales del exterior, los grupos de delincuencia organizada. Luego de la continuada, grosera, injerencia de López Obrador -validada por la presidenta electa-, asegurando que su reforma al poder judicial va, el poder de los mercados cambiarios y financieros se hicieron sentir, y fuerte. Desde el exterior emitieron señales de desaprobación y advirtieron consecuencias contra el país. Esto hizo repensar a la presidenta electa algunas definiciones y tiempos. No así el déspota macuspano, que da coletazos agónicos intentando la segunda edición de Plutarco Elías Calles. A los ciudadanos nos corresponde también ser contrapesos, oposición cívica, ciudadana, en la medida necesaria. Haya ganado por quien votamos, o no. No podemos desentendernos del bien público temporal, del bien común. Descuidar los espacios fuera de nuestra casa, en el ámbito municipal, estatal, ni nacional. Esto implica dar seguimiento a todas las definiciones que vayan haciendo los electos, ver su coherencia y consistencia con sus correspondientes propuestas en campaña electoral. Evaluar sus actuaciones. Y controlar efectos que puedan afectar al bien de todas y todos, en cada ámbito. El bien común es ese conjunto de circunstancias o condiciones, de toda índole, que permiten que las personas, familias y demás grupos sociales puedan satisfacer sus necesidades económicas, sociales, políticas, culturales. Abarca a todas y todos. Nadie debe ser excluido de la posibilidad de desarrollarse en esos espacios. Es con el criterio de la justicia social como debe redistribuirse lo logrado en común, lo cual implica lograr un arranque parejo en la vida. Esta es premisa a la cual debemos dar seguimiento mayor, luego de los resultados electorales. También como sociedad civil, organizada y no, debemos hacer sentir nuestro poder. Dejarlo solo a los mercados cambiarios y financieros -ahora los mejor escuchados-, no es opción moral. Esos mercados nunca priorizan el bien común, solo la ganancia individual de los inversores. De ahí la importancia de hacernos sentir como sociedad civil, y defender el fin común. Las tareas son inmensas: Empiezan por transformar la masa en pueblo, en formar ciudadanía. Una ciudadanía informada, vigilante. Buscando una permanente interlocución con sus representantes electos. Exigiendo transparencia, evaluándolos y controlando daños al bien de todos. La política es el arte de lo posible a partir de la realidad. Hagamos el mayor bien común posible, en nuestras circunstancias concretas, aquí y ahora. Acciones de formación ciudadana, de Escuela de Ciudadanía, posibles, son la formación de lideres sociales, seminarios de problemas sociales y políticos, formar pensamiento ordenado y crítico, diplomados en dirección social y política, foros de análisis y discusión de problemas. Recuperar materias de civismo. Las iglesias difundir su doctrina social. Promover la participación ciudadana en comités de barrios y colonias. Sin duda tenemos más tarea que antes del dos de junio. No debemos pensar que hasta dentro de tres años nos haremos cargo de la realidad y calidad de nuestra ciudad o del país.

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