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Partidos en ciernes Luis Miguel Rionda (*) Un tema nacional que en apariencia está siendo eclipsado por los escándalos políticos dentro del partido hegemónico es el de la situación actual de las agrupaciones que aspiran a ser registradas como Partidos Políticos Nacionales. Desde enero del presente año, 89 organizaciones presentaron sus cartas de intención. 82 de ellas resultaron procedentes. De éstas 71 continuaron con el proceso y once se desistieron. La lista completa está disponible en este informe del INE: https://t.ly/BOH7k La asociación “Personas Sumando en 2025, A. C.” presentó su solicitud el 21 de enero, por la tarde, para constituirse en el PPN SomosMX. Es la heredera de la Marea Rosa. Al 1 de octubre ya había desarrollado exitosamente 115 asambleas distritales, de las 200 necesarias. Había intentado organizar otras 80, pero sin lograrlo por falta de cuórum (al menos 300 personas para afiliarse en cada asamblea). Entre éstas destacó el distrito 06 de León y el 12 de Celaya, que pronto repondrán sus ejercicios. Sin embargo, la agrupación más exitosa al momento ha sido “Construyendo Solidaridad y Paz” (CSP, curiosa coincidencia con las iniciales de la presidenta), de los hermanos evangélicos, que saben moverse corporativamente. Ha podido realizar 186 asambleas exitosas, con 88 canceladas por falta de cuórum. Está a 14 asambleas de su objetivo. Este es el tercer posible partido de este tipo que ha existido en México, luego de Encuentro Social (PES, 2014) y Encuentro Solidario (PES, 2020). Todos ellos aliados de Morena. En tercer lugar encontramos a la agrupación “Que siga la Democracia”, liderada formalmente por Édgar Garza Ancira, pero que en realidad encabezada su esposa Gabriela Jiménez, diputada federal de Morena. Llevan 46 asambleas efectivas y 25 canceladas. Este grupo surgió “espontáneamente” para promover la ratificación del presidente López Obrador en el proceso de revocación del 10 de abril de 2022. Si logra su registro, seguramente será una más de las rémoras de Morena. En tercer lugar encontramos a la agrupación “Que siga la Democracia”, liderada formalmente por Édgar Garza Ancira, pero que en realidad encabezada su esposa Gabriela Jiménez, diputada federal de Morena. Llevan 46 asambleas efectivas y 25 canceladas. Este grupo surgió “espontáneamente” para promover la ratificación del presidente López Obrador en el proceso de revocación del 10 de abril de 2022. Si logra su registro, seguramente será una más de las rémoras de Morena. Además de las 200 asambleas distritales o 20 estatales, cada asociación debe reunir un mínimo de 256 mil 030 afiliaciones. Ese es el reto mayor. “Construyendo Solidaridad y Paz” ha sumado hasta el 1 de octubre 108 mil 499 afiliados (42.38%). “Somos México” 76 mil 830 (30%). “Que siga la democracia” 30 mil 637 (12%). “Más por México” 39 mil 044 (15.25%) y “México tiene vida” 144 mil 186 (56.3%) (http://t.ly/k4N2J). Ésta última no ha realizado ninguna asamblea; sólo ha reclutado por medio de la aplicación. En fin, agrupaciones de muy diversos orígenes. Pero me atrevo a asegurar que sólo SomosMX tiene auténtico origen ciudadano, sin corporaciones detrás. Ojalá logre su registro, por el bien de la nación. (*)Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Comunicación Política y Mitos Luis Miguel Rionda (*) El miércoles pasado tuve el gusto de participar virtualmente en el XI Congreso Internacional en Comunicación Política y Estrategias de Campaña, organizado por la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE), en conjunto con la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Granada, España. Fui invitado a presentar una ponencia en la mesa “Comunicación política, ciudadanía y democracia en América Latina”, que coordinaron mis queridas colegas doctoras y politólogas Martha Nateras González (UAEMex) y Diana Sánchez Romero (UAM-I), ambas miembros, como yo, del consejo directivo de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales. La ponencia que expuse se intituló “El retorno del código populista en México y sus significados para un nuevo orden social estatista”, y fue un esfuerzo inicial de abordaje teórico de la evolución de los códigos de comunicación que se ha experimentado en nuestro país en su existencia independiente. Particularmente el retorno a viejos esquemas simbólicos de corte populista en años recientes. Afirmé que la comunicación política en México se ha visto transformada profundamente desde el arribo al poder federal del nuevo partido político Morena, y su autodenominada ‘Cuarta transformación’ (4T), proyecto político que se asume progresista y heredero de las tradiciones impuestas por los regímenes posrevolucionarios del siglo XX, que abrazaron como ideología el ambiguo “nacionalismo revolucionario”, que acentuó los referentes comunicativos al idealizado pasado prehispánico y liberal de los siglos previos. Dentro de la retórica del nacionalismo revolucionario se hacía referencia frecuente a los símbolos recreados y reinventados por las élites criollas y mestizas, que cosificaron la memoria colectiva alrededor de símbolos y mitos originarios, como la legendaria fundación de Meshíco-Tenochtitlan, las menciones habituales a la grandeza de un pasado nativo elevado a la categoría de los clásicos, y por supuesto la demonización de los tres siglos coloniales, que fueron redefinidos como un paréntesis dañoso en la historia patria. Los liberales y los revolucionarios redefinieron el pasado, y construyeron una visión idealizada de una línea progresiva que, aunque fue interrumpida por el oprobio de la conquista, se retomó gracias a la primera transformación que significó la revolución de independencia. Siguieron la segunda (Reforma) y la tercera (Revolución) transformaciones, desde la interpretación simplista de los teóricos de la 4T. Cada una de ellas con su mudanza de códigos comunicacionales. Pero la última T significó una involución hacia el populismo autoritario del siglo pasado, que hundió al país. Con ese retorno se retoman elementos simbólicos de un pasado indígena mitificado y acartonado. Nuevamente se manosean las culturas originarias del presente para convertirlas en reservorios morales de un orden social estatizado y mestizo. Eso implica una nueva apropiación de significados pretéritos, ahora recargados con un nuevo mesianismo político. Una nueva hegemonía partidista. Apenas algunos apuntes, que pienso seguir desarrollando…     (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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  Columna Diario de Campo Séptima Bienal Luis Miguel Rionda (*) El pasado martes 9 dio inicio la séptima bienal internacional “Territorios en Movimiento” en el Forum Cultural Guanajuato; un encuentro académico propiciado por la División de Ciencias Sociales y Humanidades del Campus León de la Universidad de Guanajuato. Este encuentro de especialistas en desarrollo regional, movilidad y las problemáticas ligadas a las complejidades sociales en un mundo convulso, tuvo su origen el 21 de noviembre de 2012, cuando se inauguró la primera bienal. Estas tertulias bianuales sólo se interrumpieron en 2020 debido a la pandemia, pero se retomaron al año siguiente. Los participantes son en su mayoría académicos de formación y vocación, pero también han participado empresarios, líderes sociales, estudiantes y analistas atraídos por la posibilidad de compartir y debatir sobre asuntos sociales que a todos nos inquietan. En esta edición se decidió enfocar los análisis alrededor del eje “Escenario y condiciones de las nuevas transformaciones sociales en México y América Latina”. Se explicó en la convocatoria que “El mundo en 2025 se encuentra ante varias encrucijadas que son escenario y fuente de los cambios sociales ya a la vista. Destacan dinámicas como la de los flujos migratorios; la profundización de desigualdades e injusticias en sociales y ambientales; un mundo si bien más interconectado […] con incertidumbre y dilemas éticos ante la emergencia en la vida cotidiana de la inteligencia artificial; una economía global, que después de la pandemia, se ha dinamizado de forma desigual […]; intentos de proteccionismo y rompimiento de acuerdos de intercambio comercial […]; presiones geopolíticas a partir de conflictos bélicos recrudecidos en Ucrania e Israel […]; procesos políticos de cambio en diferentes países […] basado en la polarización, simulación de los procesos participativos, efectiva concentración de poder, y en algunos de los casos, continuidad en los esquemas de corrupción, quiebre del estado de derecho y hasta violación de los derechos humanos.” Los diversos análisis se desplegaron en diecisiete mesas temáticas, divididas en varias sesiones de trabajo. Se presentaron 240 ponencias firmadas por 389 ponentes. Todos ellos    

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  Indigenismo de cartón Luis Miguel Rionda (*) Los nuevos actores del poder en México han transformado el discurso tradicional de la política nacional. Antes de 2018 los líderes políticos compartían más o menos un mismo modelo en sus contenidos comunicativos: el desarrollismo como objetivo común, el individualismo liberal, el énfasis en el emprendedurismo y la apuesta a la apertura globalizadora. Gobiernos priistas y panistas compartían, con matices, estos propósitos. Al menos en el discurso público. Incluso la izquierda empoderada había abandonado los dogmas del socialismo estalinista, y se había amoldado a las nuevas tendencias de la socialdemocracia de Tony Blair y Felipe González. Eso fue evidente en las administraciones de Mancera y Ebrard en la CDMX. A partir del arribo de AMLO a la presidencia de la república se abandonó esa vieja liturgia cívica, y se asumió un nuevo código de símbolos e imagen pública: el neoindigenismo reivindicativo, que abrevó del mítico pasado prehispánico y reinterpretó sus significados. Todos recordamos el ceremonial que se montó en el Zócalo luego de la juramentación del cargo: sahumadores con humo de copal, jaculatorias en náhuatl, otomí y mazahua, ojos de dios huicholes, danzas propiciatorias, limpias con hierbas para alejar malos espíritus, y por supuesto, los bastones de mando. Múltiples personajes acudieron disfrazados de indios guadalupanos, otros con penachos, máxtlatl (taparrabos) y guaraches nuevos. Esta ritualidad se ha repetido múltiples veces en actos públicos de todo tipo. A veces rozando en lo ridículo o en la banalidad. Así fue con la folclórica inauguración de la Suprema Corte y el poder judicial. Las togas con flores bordadas y los bastones de mando acompañarán al mazo justiciero. De nuevo se acude a la reserva moral de los pueblos originarios, que son asumidos como remanentes fosilizados de civilizaciones suprimidas por los brutales colonos ibéricos. A esta reinterpretación de las culturas originarias yo la denomino “indigenismo de cartón”. Se trata de una paráfrasis contemporánea de una antigüedad idealizada, que sólo conocemos por limitadas referencias materiales y testimoniales. Los actuales pueblos y culturas están demasiado intervenidos por la cultura occidental, y no pueden asumirse como restos arcaicos de un pasado con más de 500 años de distancia. Los pueblos y culturas “indígenas” –etiqueta inventada por los colonizadores— no deben ser cosificadas, homogeneizadas y asumidas como entes exánimes detenidos en el tiempo. Son realidades actuales, diferenciadas, dinámicas y adaptables, que han sabido buscar el progreso material y la asunción crítica de sus derechos y libertades. El liberal Juárez así lo reconoció hace siglo y medio. El neoindigenismo profesa la filosofía del New Age: es ecléctico, idealista, superficial y oportunista. También es woke: se asume progresista, pero tiene la mirada puesta en el pasado. La cuatroté ha descubierto su propia veta de buenismo pequeño burgués en ese indigenismo de nylon (diría Salvador Novo) por su artificialidad. Fuente pródiga del nacionalismo pedestre del 15 de septiembre, pero útil para engañar a un país en busca de identidad.     (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Antropología en vilo Luis Miguel Rionda (*) Durante estos días se realiza en la ciudad de Querétaro, en las hermosas instalaciones de la facultad de filosofía de la UAQ, la 49 reunión nacional de la Red MIFA (Red Mexicana de Instituciones Formadoras en Antropología). Un encuentro de las 26 escuelas que enseñan las diversas ramas de la disciplina antropológica. Cada seis meses nos reunimos para exponer y discutir la problemática coyuntural que afecta a la formación de las y los profesionistas que se dedican al estudio de los colectivos humanos en su diversidad cultural, sus estrategias de adaptación a entornos naturales y sociales complejos, y los problemas de convivencia, respeto y aceptación hacia las otredades, las poblaciones en vulnerabilidad y la conflictividad inevitable en la pluralidad. Uno de los temas abordados me inquietó particularmente. Se planteó en el orden del día como “Desafíos de las Prácticas de Campo y Neurodivergencias en los estudiantes de Antropología”. Es bien sabido que esta disciplina requiere para consolidar la formación de sus jóvenes estudiantes la realización de prácticas en el terreno, que llamamos “trabajo de campo”. Es un ejercicio intensivo de convivencia con alguna realidad comunitaria ajena al estudioso; requiere dedicar tiempo (semanas, meses) y esfuerzo a la comprensión de lo diferente, de lo ajeno, es decir del “otro”. Usualmente el trabajo de campo requiere de capacidades que no abundan entre los chicos urbanos: capacidad de adaptación, empatía social, facilidad de comunicación, curiosidad científica… Como aspirante a antropólogo, uno debe aproximarse a un entorno con carencias a las que no estamos acostumbrados: no hay servicios, no hay privacidad, no hay higiene, etcétera. Y hay que aprender a adaptarse y experimentar la vivencia de la otredad. El Shock cultural va incluido. Pero son situaciones que siempre habíamos podido afrontar con mayor o menor éxito, sin que fuera un obstáculo insalvable. De unos años para acá la situación ha cambiado. La inseguridad pública, por supuesto, nos ha pegado con fuerza. Ya no podemos salir al campo con la confianza de antes: ahora te puedes enfrentar amenazas muy serias a tu seguridad, y también el miedo y la desconfianza sociales. Las instituciones educativas han impuesto controles que buscan garantizar la seguridad de los estudiosos en campo, que limitan mucho la movilidad. Pero se está generando otro factor: las crecientes desadaptaciones y neurodivergencias entre los estudiantes del siglo XXI. Las generaciones jóvenes enfrentan retos que nosotros no conocimos: dificultades para manejar las emociones, la incapacidad para interpretar su realidad inmediata, sensibilidades exacerbadas, dependencia excesiva de los padres en lo económico, pero también en lo social y en el desarrollo de la personalidad. A los profesores se nos demanda hoy el despliegue de competencias que no eran tan requeridas antes; no sólo en el tradicional ámbito psicopedagógico, sino también en la detección y primer tratamiento de falencias sociocognitivas y familiares. Esto genera angustias inéditas y amenazas a la salud personal de los docentes. Todo ello plantea desafíos inéditos para el mantenimiento de la pertinencia social de una disciplina que ha aportado mucho al estudio y diseño para el desarrollo social armónico e incluyente de un país complejo como el nuestro. No queda más alternativa que apoyarnos entre nuestras academias, intercambiando experiencias e incluso recursos. De ello depende nuestra viabilidad como formadores de capital social solidario.   (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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  Odio y Exclusión Luis Miguel Rionda (*) Las crecientes redadas de la agencia ICE (Inmigración y Control de Aduanas, en sus siglas en inglés) del gobierno federal de los Estados Unidos, han conducido a las comunidades latinas e inmigrantes a un estado de angustia y zozobra permanente. Trabajadores jóvenes y viejos, hombres y mujeres, con o sin documentos, pero todos aportando sus esfuerzos cotidianos a la construcción de una vida mejor, de un país mejor, temen salir a las calles o acudir a sus centros de labor por miedo a ser víctimas de razzias indiscriminadas: esas batidas armadas en las que agentes migratorios, uniformados o no, arrestan con violencia física o simbólica a los desafortunados del momento. La propaganda que rodea a estos operativos está rayando en el racismo y la xenofobia. En las redes sociales circulan invitaciones oficiales o informales a denunciar a los “invasores extranjeros”, a los “delincuentes ilegales”, a esos “bad hombres”, que invaden impunemente el paraíso americano, reservado por Dios para la población WASP (White Anglo Saxo Protestant). Para colmo, el patrioterismo se está empleando como recurso para fomentar el odio social contra los inmigrantes. Si usted no me cree, consulte la página oficial de reclutamiento de personal para el ICE: https://www.ice.gov/return La conocida imagen del Tío Sam (Uncle Sam: US), que se ha vinculado a las aspiraciones nacionalistas y nativistas de los colonos blancos, hace un llamado a agentes veteranos en licencia: “La Administración Trump está plenamente comprometida con el apoyo a los dedicados profesionales de las fuerzas del orden que protegen nuestras fronteras, a nuestras comunidades y a nuestra seguridad nacional y pública.” Pareciera campaña de reclutamiento para defender a la Patria blanca y próspera contra la invasión perpetrada por los nativos de una nación alienígena, ese país ignoto denominado “Extrangia”, donde habitan oscuros criminales malvivientes que sueñan con apoderarse del American Way of Life. Dijo Trump que esos invasores son “the worst of the worst”, y por lo tanto dignos de ser atrapados, recluidos y expulsados sin derecho alguno a defensa. Miles, tal vez millones de familias de indocumentados temen por su permanencia y su futuro. De nada vale el estatus migratorio si te toca la mala suerte de ser atrapado por los escuadrones encapuchados de la migra. La amenaza es cotidiana y la angustia permanente. Para colmo, el perfilado racial es el criterio principal de actuación: ¿es moreno y bajito? Criminal seguro. No English? Peor tantito. La tierra de las oportunidades se torna en arena de lucha desigual entre nativistas furibundos y fuereños aterrados. No importa que los inmigrantes sean de extrema necesidad para amplios sectores de la economía: son frijoleros grasosos que desentonan con los bien cuidados jardines de los güeros patrones tacaños. El destino de ese país transita por la solución de una contradicción de origen: ¿son o no son la nación de la inclusión? ¿Son el reino de las libertades modernas, como el derecho al libre tránsito y a la libertad de trabajo? ¿Son la Nueva Jerusalén, donde impera el amor por el prójimo? ¿O son el baluarte de la exclusión, donde los únicos salvos son aquéllos elegidos por un Dios blanco? “Y quienes no fueron elegidos, llamados ni predestinados no pueden ni serán salvos” (Juan 6:44).       (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Estatuas y monumentos Las identidades nacionales y las ideologías políticas requieren de la construcción de mitologías que den sentido de origen y destino a sus imaginarios colectivos. Los mitos son protagonizados por héroes divinizados, que se confrontan con malignos villanos que sirven de contrapunto a las virtudes de los fines valederos: la Causa, la Nación, el Destino Manifiesto, el Socialismo o cualquier móvil “superior”. Para recrear esas gestas y héroes mitológicos hemos inventado los monumentos: estatuas, obeliscos, altares, bustos, retratos, mausoleos y demás elementos que materialicen los rituales propiciatorios. Los nacionalismos y las ideologías hacen un uso intensivo de esos recursos: en la Unión Soviética hasta momificaron al pobre Lenin, y recrearon su imagen ad nauseam en los espacios públicos. ¿Qué sucedió cuando cayó el socialismo real? Los monumentos fueron los primeros en besar el suelo. Lo mismo sucedió con la iconografía de otros tiranos y sus ideologías alrededor del mundo. En México no somos ajenos al fenómeno iconoclasta: al decaer un paradigma sus símbolos son de inmediato atacados o destruidos. Así sucedió con el monumento a Colón en el Paseo de la Reforma: al decaer el hispanismo conservador y emerger el indianismo beligerante de las nuevas izquierdas woke (“despiertas”), la pura imagen del navegante se convirtió en blanco de los odios irracionales de los que creen que la historia se juzga —no se explica— desde los parámetros del presente. El reciente retiro de las —por demás horribles— estatuas del Ché y de Fidel de una plazuela de la CDMX se explica bajo la misma lógica. Dos personajes históricos son juzgados desde una ideología, no desde su trascendencia para la historia de América Latina. Se  desmontan porque el primero fue un asesino —que sí lo fue— y el segundo un tirano —que también lo fue—; pero no porque sean intrascendentes para la historia de la ciudad. Yo los hubiera dejado ahí, expuestos y vulnerables a las opiniones de admiradores y detractores. Al final es positivo que se debata con libertad sobre los broncíneos personajes. Ni modo: han sido víctimas de las persecuciones simbólicas de la intolerancia, en este caso de derecha, pero de las que no es ajena la izquierda que representan. El espacio público debería ser esfera de la libre expresión. Eso incluye a los monumentos, las pintas, las manifestaciones y la creación artística con mensaje. Por supuesto yo abogo por el respeto a los derechos de terceros, y no justifico la violencia física. Pero bajo un entorno civilizado, yo vería bien la convivencia de los símbolos contrapuestos. Cada club de fans debe ser libre de expresar sus filias y fobias sin mayor límite que el derecho del otro a hacer lo mismo. En lo local, la ciudad de Guanajuato se ha convertido con el tiempo en una galería escultórica al aire libre. Recién se ha desatado una polémica, no por materia ideológica, sino por quién es la autoridad que debe definir qué se instala y qué no en la vía pública. El gobierno federal, a través del INAH, opina que algunos monumentos no se instalaron con su venia, por lo que deberían ser retirados; el municipio panista se adjudica esa facultad. Es cierto que algunas esculturas son debatibles por su estética, como la polémica “giganta” de José Luis Cuevas, o las imágenes del “estudiantino”, el “mariachi” y el “pintor gordito” como se les apoda. Pero aquí también debe privar la libertad estética. Siempre y cuando no estorben, bienvenidos. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRiond   Luis Miguel Rionda (*)

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El globo del INE Luis Miguel Rionda (*)   El Instituto Nacional Electoral (INE) está transitando por sus últimos momentos como corporación autónoma baluarte de la democracia. La presidenta Sheinbaum anunció el martes 24 pasado los contenidos de su próxima reforma política, que revive muchos de los contenidos del famoso Plan A de abril de 2022 de AMLO, que había sido bateado por la legislatura anterior (https://tinyurl.com/28v2cobn). Se ha constituido un grupo de trabajo para presentar la iniciativa este mismo año, con aplicación en las elecciones de 2030. Con base en los antecedentes son esperables los siguientes cambios: 1) la transformación del INE en Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC), respondiendo a la fijación de los morenos por los mecanismos tramposos de la democracia directa; 2) la desaparición de los organismos electorales locales y la asunción de sus funciones por el gigantesco INEC; 3) un Consejo General de siete consejeros electorales electos popularmente (otro disparate como la pasada elección judicial); 4) el mismo mecanismo para la elección de magistrados electorales; 5) la eliminación de los diputados y senadores por representación proporcional, regresando al viejo modelo de mayorías relativas; 6) la reducción a la mitad del financiamiento público a los partidos políticos, lo que los inducirá a buscar fuentes privadas o ilegales, mientras que el partido gobernante tendrá acceso a las transfusiones furtivas desde el erario, como sucedía hasta 1997; 7) homologación (centralización) de los modelos políticos subnacionales, incluyendo los legislativos locales y los ayuntamientos; 8) cambios en el modelo de comunicación política; 9) en los procesos de consulta y revocación de mandato, la reducción del umbral de participación vinculante al 30%; etcétera. El actual consejo general del INE ha sido colonizado progresivamente por simpatizantes del régimen cuatroteísta, hasta convertirse en la mayoría que permitió otorgarle una grotesca sobrerrepresentación a la coalición gobernante, y recientemente avalar los resultados de la barroca elección de jueces, magistrados y ministros del poder judicial. En términos reales el INE se ha alineado, como la CNDH, a los caprichos del régimen. Lo mismo ha sucedido en muchos organismos locales. La reforma sólo dará la última vuelta a la tuerca a la cooptación autoritaria del sistema electoral. Pero sus mayores repercusiones se sentirán en el resto de las instancias de representación política del país, que consolidarán el retorno al estado monolítico y unívoco que creímos haber superado con la transición democrática. Me dio esperanza testimoniar la sesión del Consejo General del INE del 15 de junio pasado, la del “elefante en la sala”, con la intervención sensata y certera de seis de los consejeros, que criticaron las trampas y fullerías perpetradas en todo el país en la farsa de la elección judicial. Sorprendió el resultado de la votación, que evidenció la facilidad con que se presiona y coarta en tiempo real a algunos consejeros. Alguno, alguna, demostró tener convicciones de plastilina. El globo de la sesión del 26 evidenció la pobreza argumentativa y la carencia de sentido del ridículo de los perpetradores de la sinrazón.     (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Década saltapatrás Luis Miguel Rionda (*) Tiempos inquietantes estos que vivimos, tanto en el plano nacional como en el internacional. En la última década nuestro país y el mundo han estado dando traspiés, e incluso metido reversa, a procesos que en términos generales parecían abonar a cierta progresividad en los índices de bienestar y paz social. Los elementos clave de esa progresividad de la humanidad fueron destacados por Juval Harari en su libro Homo Deus, de 2015. El humanismo liberal permitió reducir sustancialmente —no eliminar— las plagas históricas de la humanidad: el hambre, la enfermedad y la guerra. Pero algo se quebró en ese orden humanista y progresista: los fanatismos de izquierda y derecha se reavivaron como hace cien años, y con el arribo de Donald Trump en 2017 a la presidencia de los Estados Unidos se metió reversa a los avances civilizatorios liberales, trastocando el orden mundial multilateral. En México el proceso se replicó con el triunfo del populismo setentero de López Obrador en 2018. Los dos personajes eran los extremos de la misma soga autoritaria, y eso explica que se hayan llevado tan bien. En ambos países se han acumulado diez años de desmantelamiento del orden liberal preexistente. El intento de corrección que significó la administración Biden (2021-2024) en el país del norte fue vituperado y demonizado por una corriente de opinión creciente, nativista, xenófoba y beligerante. La derecha populista regresó recargada este año, con un Trump sin bridas, desbocado, convencido como nunca de tener las respuestas —siempre simples— para todos los problemas de su país y del mundo. Algo así ha sucedido en México con los gobiernos de la 4T. En siete años los neoecheverriístas han desmontado los elementos institucionales que permitieron estructurar un delicado equilibrio de “check and balances” —controles y contrapesos— que nos acercó como nunca a la democracia poliárquica, como la bautizó el politólogo Juan Linz. Por supuesto faltaba mucho camino para construir la democracia social, pero la solidez institucional pavimentaba el camino para acercarnos, sin prisas pero sin pausas, a un modelo redistributivo con viabilidad financiera a largo plazo. La conquista y colonización del Poder Judicial en México ha sido una cima, aunque no el cúlmen, de este retroceso antiliberal. El ya anunciado Plan D de reformas legales de Sheinbaum continuará el desmantelamiento de las instituciones autónomas especializadas. Mucho dolor me causa la desaparición del CONEVAL, un organismo que siempre dio muestras de independencia y profesionalismo, donde colaboraron los más reconocidos expertos en investigación y atención a la pobreza multidimensional. Ahora van sobre el INE. El inevitable fracaso de la elección judicial del 2 de junio fue la trampa que las élites populistas le tendieron al instituto. Era imposible que las cosas salieran bien: recortes presupuestales, candidatos desconocidos paridos por tómbolas y por comités parciales, desinterés ciudadano, procedimientos oscuros y escasez de controles. El prestigio acumulado en 34 años se perdió en una triste jornada. Y por eso, ya viene la parca echando rasero con su guadaña…       (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. a.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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NO Luis Miguel Rionda (*) No. No voy. No voy a asistir. No voy a asistir a votar. No voy a asistir a votar para legitimar un fraude anunciado. El 5 de abril de 1979 tramité mi primera credencial para votar: una papeleta de papel amarillo barato que rezaba “Credencial permanente de elector”, firmada por el director del Registro Nacional de Electores. Con ese papelito, que llenó una secretaria aburrida con su vieja máquina de escribir mecánica, voté el 1 de julio de 1979. Eran otros tiempos. Ya se iniciaba una tímida transición política con la reforma de Reyes Heroles. El fraude electoral no sólo era sencillo por la ausencia de medidas de seguridad y vigilancia, también estaba interiorizado por el realismo mágico de los mexicanos de entonces. Había incertidumbre en los procedimientos, pero certidumbre en los resultados: siempre ganaban los candidatos del partido oficial, que dominaba los tres poderes del Estado. Imperaba la cultura cívica del súbdito, como lo plasmaron los politólogos Gabriel Almond y Sidney Verba en su libro The Civic Culture (1963): “El súbdito tiene conciencia de la existencia de una autoridad gubernativa especializada: está afectivamente orientado hacia ella, tal vez se siente orgulloso de ella, tal vez le desagrada; y la evalúa como legítima o ilegítima. […] consiste, esencialmente, en una relación pasiva, aunque se dé […] una forma limitada de competencia que es idónea para esta cultura de súbdito.” Han pasado 46 años desde que voté por primera vez. Mucho ha cambiado México, para bien de su democracia. Se construyó un sistema electoral eficiente, confiable, complejo y garante de resultados aceptables para todos los contendientes. Se concretó la democracia procedimental, aunque quedó pendiente la democracia social. Se superaron los vicios y se logró la transparencia y rendición de cuentas en el sistema comicial. Nadie previó que el orden liberal que nos dio desarrollo y una relativa paz social incubaría el huevo de la serpiente del populismo autoritario de corte echeverriísta. La victoria de la coalición morenista en 2018 significó el retorno de los brujos, un frenazo al liberalismo y la desarticulación de sus instituciones democráticas. Adiós a la división de poderes; bienvenida de regreso la adoración mesiánica de un nuevo caudillo tropical. En 2024 la coalición obradorista conquistó de nuevo la presidencia gracias a la transferencia masiva de recursos públicos al consumo conspicuo e improductivo de masas de electores. Luego se apropió fraudulentamente de las mayorías calificadas del poder legislativo. Ahora, la convocatoria al desmantelamiento del Poder Judicial, disfrazado de democratización, será la puntilla para acabar con el orden constitucional inclusivo y justiciero. Ya no habrá defensa ante el Estado patriarcal, el Leviathán taumaturgo. No me prestaré a legitimar esta calamidad, que lamentaremos por muchos años. Por eso no saldré a votar, por primera vez desde que aprendí a hacerlo. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRion

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