La lucha libre en un Centro de Internamiento conecta con lo cultural, lo emocional y lo aspiracional: Luis Felipe Razo, Director General de Reintegración Social para Adolescentes.
La vieja pugna entre bien y mal representada en un cuadrilátero lleva a que los jóvenes en conflicto con la ley penal aplaudan más al técnico que castiga al rudo, que al rudo que respeta las reglas sólo cuando le convienen.
“Me recuerda que todavía tengo oportunidades allá afuera”; “tengo el sueño de boxear porque ellos me inspiraron e hicieron que olvidemos por un rato de dónde estamos”, afirmaron dos de los jóvenes tras la función de lucha y box.
León de los Aldama, Gto., a 26 de abril de 2025.- Las puertas del Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes de la Secretaría de Seguridad y Paz se abrieron a la lucha libre y al box para que las y los jóvenes en conflicto con la ley penal vivieran una jornada de ataques de risa, aplausos, celebraciones y momentos de una seriedad casi absoluta.
Los gritos de “acábalo”, “ya déjalo”, “dale, dale duro” y “estás viendo que le está jalando el pelo” seguían al gong y los aplausos que marcaron el principio y final de los asaltos en el Centro de Internamiento donde la lucha libre se transformó en un ritual de cuerpos que vuelan, que se empujan, se lanzan y azotan contra el cuadrilátero no solo para derribar, sino también para sostener y cuidar al adversario.
Bajo las máscaras e incluso sin ellas latían con fuerza los corazones de Princesa Amonet, Becerrudo, Soldado de la muerte, Manicomio, Scorpion asesino, Deuz black, Máscara guerrera, Último halcón azteca, Alas de ángel, Ángel del bien, Makala y Máquina infernal.
Herederos todos de una muy arraigada tradición mexicana, algunos hacen de la máscara un rostro elegido que oculta y revela. Otros incluso sin ella construyen un mito sobre la vida de una persona normal y asumen una identidad alejada de lo cotidiano.
Las y los jóvenes del Centro de Internamiento Especializado para Adolescentes son testigos de una efímera unión entre rudos y técnicos para arremeter en una esquina contra un espantado réferi, de piernas que enganchan la cabeza del rival hasta levantar