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Ecos del dos de junio (3) Luis Miguel Rionda (*) Una de las características llamativas en estos comicios concurrentes del dos de junio pasado fue el llamado “voto diferenciado”, es decir, el voto por opciones políticas diferentes, en las que los electores discriminan entre las opciones políticas en función del orden de gobierno (municipio, estado y federación) o del carácter del cargo (legislativo o gubernamental). Electores que repartieron sus preferencias sin importar el partido, sino más bien por el o la candidata en cuestión. Es lo contrario al “voto en cascada”. En general, la candidata presidencial de Morena jaló hacia arriba la votación de ese partido en los procesos locales. También sucedió lo contrario, pero en la coalición de Fuerza y Corazón por México: contra lo que esperábamos, la candidata presidencial fue castigada en relación con los candidatos locales en estados como Veracruz, Puebla, Yucatán, CDMX y Guanajuato. En el caso de esta última entidad, Xóchitl Gálvez obtuvo un millón 103 mil 326 votos, el 40.9% del total válido. Perdió por 7.4% ante Claudia Sheinbaum, que logró un millón 302 mil 706 votos, el 48.3%. Un avance espectacular cuando comparamos con los resultados de la coalición Juntos Haremos Historia de AMLO, seis años antes, que recibió 707 mil 222 votos, 31.4% del total válido. En contraste, la candidata a la gubernatura en este estado de la coalición Fuerza y Corazón por Guanajuato, Libia Dennise García, logró un millón 393 mil 801votos, con los que alcanzó la victoria con el 52.3% de los votos válidos. La candidata morenista se quedó atrás con un millón 117 mil 103 votos, el 41.9% del total. Destaca que Libia atrajo 20.8% más votantes que Xóchitl. Es decir, la candidata del corazón rosa no provocó suficiente entusiasmo de los guanajuatenses, que habían apoyado a Ricardo Anaya seis años antes, con un mayoritario 41.7%. ¿Por qué sucedió esto en Guanajuato? Es parte de lo que debe ser analizado con cuidado por parte de los partidos 2 políticos perdedores, pero sobre todo por la sociedad civil que acompañó a la candidata con la #MareaRosa. Lanzo una hipótesis a debatir: me parece que la resistencia que generaron los partidos políticos en Guanajuato, en particular el PAN, para acordar una coalición total en este proceso electoral impidió que el electorado percibiera que Fuerza y Corazón por México rebasaba la tradicional rivalidad entre partidos antes acérrimos contrincantes, que además cargan con negativos históricos, como en el caso del PRI. Por eso la candidata presidencial nunca terminó de ser ubicada como una opción diferente, ciudadana, al populismo autoritario de la 4T. Eso es claro si analizamos las derrotas que pudieron evitarse si se hubiera constituido la coalición total, como en las senadurías de mayoría. En este caso la coalición morenista logró un millón 180 mil 600 votos, que harán senadores a Ricardo Sheffield (Morena) y Virginia Magaña (PVEM). Los candidatos del PAN Miguel Márquez (exgobernador) y Adriana Rodríguez perdieron por 106 mil 552 votos, un 9% menos. Si se hubieran presentado en coalición habrían podido sumar, eventualmente, los 189 mil 13 votos del PRI y el PRD, alzándose con la victoria con el 47.9% del total de votos válidos. A nivel distrital y municipal el tema se pone más interesante… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRiond

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Ecos del dos de junio (2) Luis Miguel Rionda (*) Los resultados del dos de junio nos asombraron a todos, incluyendo a los victoriosos. Las encuestas anunciaban una eventual victoria holgada de la candidata Sheinbaum, pero no con los números que le llevaron a obtener 35.9 millones de votos, un 19.3% más que su protector, cuyos 30.1 millones parecían un techo insuperable para la candidata. Muchos afimábamos que esto sería imposible para alguien sin el capital político acumulado en 18 años por su antecesor. Craso error: si en el 2018 vimos el voto del hartazgo hacia los partidos tradicionales, en 2024 vimos el voto agradecido de los beneficiarios de los masivos programas sociales y el incremento del salario mínimo, que ayudaron a recuperar el poder adquisitivo de las clases populares. Se votó racionalmente: con el estómago. No hay demócratas con hambre. Eso nos pasó de largo a los aspirantes a construir una ciudadanía activa, crítica y participativa. La cultura política se supedita a la satisfacción de las necesidades elementales. También contra lo que esperábamos, no se presentó el voto de castigo. Los votantes morenistas ignoraron los 190 mil asesinados del sexenio; tampoco les hizo mella los 800 mil decesos de la pandemia, 300 mil de los cuales fueron causados por la ineptitud del gobierno federal. El crimen organizado goza de popularidad y cabal salud, porque ha sabido jugar el papel del “buen bandido”, de Chucho el Roto. El etnohistoriador Eric Hobsbawm describió en su clásico libro Rebeldes primitivos estos sentimientos populares ante lo que consideran injusticias por parte de los poderosos y el gobierno. Describe así el fenómeno de la Mafia italiana: “las mafias, a partir de su fortaleza y poder, llegan a disputarse el poder de formulación del derecho frente al Estado; es decir, se disputan la capacidad de prescribir un derecho de aplicación general”. No importó el estado fallido, ni los 50 mil desaparecidos, ni el militarismo abusivo, ni el debilitamiento de los contrapesos institucionales, ni la pérdida de derechos en cuanto a la salud pública, la educación, la protección a las infancias, a las madres buscadoras, a los periodistas. Pesó, como nunca, la gratitud por el centavo en el bolsillo, aunque se hayan perdido enormes beneficios del estado benefactor liberal. Ahora bien, otra de las novedades fue la irrupción del voto diferenciado, particularmente en las entidades del centro y norte del país. En el sur se confirmó el voto clientelar de estilo priísta de los setenta, con márgenes de victoria enormes beneficiando a los nuevos partidos hegemónicos (Morena, y el Verde en Chiapas), volvieron a parecer las ilegítimas casillas “zapato” (18, con 100% de votos en favor de un solo partido), quema de urnas, robo de boletas, violencia política, etcétera. Pero la base del problema es que fueron unas elecciones muy inequitativas, a la manera como el expresidente Zedillo reconoció que había sido la suya. Los enormes recursos que se destinaron a las larguísimas precampañas de tres años del oficialismo, pero también el año que se invirtió en la precampaña de Xóchitl, nos dejan la enseñanza de que el gran tema a debatir en la próxima reforma electoral es el financiamiento y su fiscalización, que siguen siendo los talones de Aquiles de la operación electoral mexicana. Seguiremos desbrozando el tema… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Frentazo y reinicio Luis Miguel Rionda (*) Los resultados electorales del domingo 2 de junio fueron impactantes para quienes integramos un movimiento social y político novedoso y autogestivo: la #MareaRosa, que acompañó la construcción del Frente Amplio por México y la coalición electoral Fuerza y Corazón por México. Su disruptiva candidata presidencial, Xóchitl Gálvez, recibió el voto de 16 millones y medio de personas, un 27.5% del total de votos emitidos. Muy lejos de la meta esperada, que buscaba rebasar los 30 millones. La contraparte oficialista recolectó 35.9 millones de sufragios, casi un 60% del total acumulado. Se está hablando de un “golpe de realidad” cruento e inesperado para quienes estamos convencidos de que el orden democrático y de libertades ciudadanas está en franco peligro. Resulta que dos tercios de los mexicanos están muy felices de recibir los estipendios económicos que les proporciona el gobierno federal por medio de sus programas sociales universales. Y se lo reconocieron mediante sus votos. Contra lo que creímos ver este domingo, la participación electoral descendió desde el 63% en 2018 hasta el 61% en esta ocasión. Es cierto que millones de mexicanos se volcaron a las urnas, pero hay que recordar que la lista nominal de electores creció de 89.3 millones en 2018 a 98.4 millones, un incremento de 10.2% en seis años. Simplemente hubo más votantes en números absolutos, pero menos en números relativos. Como lo están haciendo muchos conocedores de los mecanismos electorales mexicanos, yo también rechazo la posibilidad de un fraude electoral. No hay manera de cambiar los resultados ni siquiera a nivel casilla, mucho menos en los grandes números. Habrá, como siempre, miles de inconsistencias producto de errores humanos; pero dudo mucho que se documenten alteraciones sustantivas en alguna de las fases de los múltiples cómputos que atraviesan el mecanismo: la cuenta de votos en casilla, la suma en el PREP, el cálculo en el conteo rápido, y el canto de las actas en las sesiones distritales y locales. Son demasiados eslabones, altamente vigilados, que no pueden ser violados sin llamar la atención Claro que partidos y candidatos tienen derecho a impugnar las diversas dimensiones de los comicios, y lo harán ante otra autoridad autónoma: los órganos jurisdiccionales electorales, locales y federales. Otra vuelta de tuerca para afirmar la confiabilidad del proceso. Los perdedores en la contienda deben, debemos, comenzar a evaluar los errores estratégicos, como fue la incapacidad de valorar el alcance del clientelismo electoral, el gran arraigo que todavía mantiene el caudillismo en la cultura política nacional, la incapacidad de los partidos y los líderes de oposición de plantear alternativas atractivas al populismo, y un largo etcétera. Es importante seguir trabajando en la organización de un gran movimiento opositor de corte social demócrata y liberal, desde donde se ejerza un seguimiento crítico de las acciones del partido hegemónico, con el planteamiento de alternativas responsables e inclusivas. Hay que seguir construyendo ciudadanía, y rechazar las tendencias demagógicas y clientelares de la melcocha ideológica de la 4T. Mucho trabajo qué hacer y, como siempre, poco tiempo. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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La Cita Luis Miguel Rionda (*) Este domingo 2 de junio los mexicanos adultos acudiremos ante las urnas a expresar nuestras preferencias en cuanto a nuestros próximos gobernantes y representantes en los tres ámbitos de gobierno: federal, estatal y municipal. Como cada seis años, se dice que son las elecciones más grandes de la historia. Sí lo son, por razón natural del crecimiento demográfico, social y económico. El partido hoy hegemónico a nivel nacional, encabezado por uno de los presidentes de la república más poderosos de la era moderna, está planteando este ejercicio como una especie de referéndum acerca de dos modelos de país: el de la auto referida “cuarta transformación”, de corte cada vez más socializante y bolivariano, y el modelo de la democracia liberal, que le brindó al país treinta años de estabilidad económica y social. Es mentira que se trate de un referéndum entre dos sistemas político-sociales contrapuestos. Es una cita cívica para renovar los poderes públicos, nada más. “La renovación de los poderes Legislativo y Ejecutivo se realizará mediante elecciones libres, auténticas y periódicas […]” reza el párrafo tercero del artículo 41 de la constitución. A eso se nos convoca. No está en juego el orden constitucional ordenado por el previo artículo 40: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior […]”. Es nuestra libertad como ciudadanos optar entre personas candidatas con sus partidos. Por supuesto, detrás de esa elección existen ideologías y convicciones acerca de lo público y del papel del estado, los gobiernos y sus representaciones. Ahí pueden residir las opciones de modelo que se pretenden en competencia. Pero la realidad nos ha demostrado que las ideologías y las convicciones axiológicas hace tiempo que han sido jubiladas, para ser sustituidas por el pragmatismo más burdo y elemental. Ningún partido político está realmente comprometido con un sistema doctrinario; si somos objetivos, veremos que todos van tras el poder puro y duro. No existen “izquierdas” y “derechas”; lo que tenemos son discursos cargados de simbolismos e imágenes que buscan seducir a clientes poco exigentes. Para muchos ciudadanos su voto tiene valor material, inmediato y negociable, por lo que participan sin embozo en su mercadeo. La compra o la coacción, el gran negocio para unos y otros. Yo tengo la esperanza de que aquellos que no vemos al voto como mercadería, sino como un instrumento de transformación de nuestra realidad social, acudamos en grandes números ante las urnas para darle sentido de trascendencia a esta coyuntura. Soy de los convencidos de que la república democrática y pluralista está en peligro frente al autoritarismo retardatario personalista. Buscaré aportar mi sufragio para evitarlo. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/rionda

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Columna Diario de Campo La Rosa en Marcha Luis Miguel Rionda (#) Por cuarta ocasión, la #MareaRosa se prepara para marchar nuevamente en defensa de la república federal, la constitución, la democracia, la división de poderes y la pluralidad ideológica, todo bajo el amparo de la paz social. La meta es que en más de cien ciudades haya manifestaciones públicas y pacíficas en las que ciudadanas y ciudadanos libres, conscientes y comprometidos, lancemos arengas en defensa de las libertades que tanto esfuerzo social han costado en el último medio siglo. Ya marchamos el 13 de noviembre de 2022, el 26 de febrero de 2023, el 18 de febrero de 2024, y ahora nuevamente este domingo 19 de mayo, con más ánimo y enjundia ante la cercanía de los comicios clave del 2 de junio. Un proceso electoral que ha sido convertido por el partido en el poder en un referendo sobre el modelo político y económico a seguir en el futuro inmediato del país: el autoritarismo centralista y estatista que desea construir la autollamada 4T, con un fuerte tufo castrista y bolivariano, o bien mantener el modelo liberal que desde los años noventa permitió recuperar el crecimiento con desarrollo social, hasta convertir a México en la décima segunda economía mundial. Desgraciadamente el discurso tremendista de la 4T ha extremado la división entre los mexicanos, hasta conducirnos a una polarización que excluye el diálogo conciliador. “Estás conmigo o contra mí”, se dijo desde el púlpito presidencial. Ya no somos mexicanos: fuimos etiquetados como “fifís” y “conservadores” contra “chairos” y “progres”. “Traidores a la patria” los unos, y los “compañeros” bendecidos o perdonados por la magnanimidad del cicerone de palacio. Es importante que las y los mexicanos libres volvamos a alzar la voz, ahora con más fuerza y coraje. Hemos aprendido mucho en el camino, y le hemos tomado el gusto a vestirnos de rosa y blanco. En esta ocasión los partidos políticos de Fuerza y Corazón por México nos acompañarán, luciendo sus propios colores: azul, rojo y amarillo. La #MareaRosa se teñirá de multicolor, incluyendo el arcoíris de la diversidad sexual, el verde de los ambientalistas, el violeta de las mujeres empoderadas, las palas de las madres buscadoras, el blanco de los trabajadores del poder judicial, el paliacate campesino, los gritos de ayuda de los damnificados, las recetas sin surtir de los niños con cáncer, el abandono de las madres trabajadoras, el rojo sangres de las víctimas de los abrazos y no balazos, y tantos otros colores y motivos de los crecientes sectores sacrificados por un régimen tan ideologizado como inepto. Quiero terminar con el viejo estribillo de la auténtica izquierda: De pie, luchar / Que vamos va a triunfar / Avanzan ya / Banderas de unidad / Y tú vendrás / Marchando junto a mí / Y así verás / Tu canto y tu bandera florecer / La luz / De un rosa amanecer / Anuncian ya / La vida que vendrá. El rosa de la socialdemocracia… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRiondais Miguel Rionda (*)

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Luis Miguel Rionda (*) El miércoles 8 pasado, 271 aniversario del natalicio de Miguel Hidalgo y Costilla, se estrenó el nuevo himno del estado de Guanajuato. El motivo fue el segundo centenario del estatuto de Guanajuato como estado libre y soberano en el año de 1824, gracias a la primera constitución federalista. En sesión solemne del Congreso del Estado se acometió la primera interpretación formal de esta composición del joven artista Eduardo Francisco Muñoz Esquivel, profesor del ITESM campus León. El himno fue producto de un concurso al que convocó la “Comisión de Celebraciones por los 200 años de Guanajuato como Entidad Federativa, Libre y Soberana”, entre “guanajuatenses por nacimiento, por descendencia o por vecindad de por lo menos dos años”. Un requisito chauvinista que habría impedido al catalán Jaime Nunó componer la música del himno nacional mexicano en 1854. En fin, el Instituto de Cultura del Estado recibió más de 400 propuestas, de las que se seleccionó en primera fase a 71. Sin duda la convocatoria llamó mucho la atención. Pero este fue, al menos, el tercer intento de proveer a esta entidad de un símbolo de identidad épica y musical. A mediados del siglo XX, el localmente célebre maestro de música Isidro Carrillo –mi maestro en la secundaria— y el escritor Fernando Gómez González compusieron un himno a Guanajuato que durante algún tiempo se tomó como tal. Al menos es lo que recuerdo en los años setenta y ochenta. Su estilo es muy similar al himno nacional: heroico, bélico, grandilocuente: ¡Salve! ¡Salve! Marcial Guanajuato / De la patria sagrado blasón / Tus proezas de heroico arrebato / Las proclama rugiendo el cañón. Nada raro para la estética posrevolucionaria. Puede apreciarse en este vínculo: https://t.ly/87j0W Durante los festejos del bicentenario en 2010 se emprendió el siguiente intento. La comisión respectiva encargó al popular cantautor Enrique Guzmán Yáñez, mejor conocido como Fato, un himno para Guanajuato, que se montó en una producción en video que fue muy difundida. Creo que la amistad de Fato, avecindado en Guanajuato capital, con el Guanajuateño Luis Mario Santoscoy, célebre productor de Televisa, facilitó esta intervención del artista. Sin embargo, con el tiempo se olvidó el tema, que nunca me pareció especialmente bueno. Valóralo en: https://t.ly/Yp_qU Entiendo que se haya vuelto a plantear el tema, y me alegra que haya tenido un buen término con un himno grato (http://t.ly/5LsKt). La música tiene ritmo de vals romántico, muy a la Juventino Rosas, y la letra es sencilla pero inspiradora, con símbolos que sí identifico en nuestros espacios serranos y abajeños: callejones, barro y madera, tradiciones, plata… También valores como honestidad, unidad, paz, verdad, sentimientos, independencia, consciencia, unión. No tardarán los críticos en señalar las aparentes referencias al régimen panista actual, como la máxima cristiana de Pablo de Tarso “Unidos somos más fuertes”, o el concepto de “Grandeza” tan querido de esta administración. Pero también me alegró encontrar la rúbrica “Todos somos Guanajuato” que enarbolamos los miembros del movimiento que defendió La Bufa en 2010, ahora una asociación civil homónima a la que me honro pertenecer. Por cierto: ¿Qué pasará cuando los “46 luceros” sean 47, 48…? (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Voto y Libertad sindicalLuis Miguel Rionda (*) El primero de mayo siempre es una fecha propicia para la reflexión sobre la importancia del trabajo en la vida social, económica, política y cultural al interior de los conglomerados sociales, las naciones y los pueblos. En México no podemos ser distintos. El factor trabajo siempre ha estado presente en la forja de nuestra nación. Tanto, que los gobiernos de la posrevolución hicieron un enorme esfuerzo por mantener una alianza política con las distintas organizaciones obreras, campesinas y populares, en particular los sindicatos y las organizaciones gremiales. El partido de la revolución (PNR-PRM-PRI) favoreció la organización de los factores de la producción, pero puso un especial énfasis en la corporación de obreros y campesinos, particularmente en los tiempos de Cárdenas, Ávila Camacho y Alemán. El 24 de febrero de 1936, con la bendición del presidente, los cuatro lobitos fundaron la central obrera CTM. Dos años después, el 28 de agosto de 1938 se creó la CNC, que aglutinó a organizaciones campesinas de todo el país. Cinco años después, el 28 de febrero de 1943, se estableció la CNOP, ya en tiempo del general Ávila Camacho y su política de “unidad nacional”. Fue el estado quien organizó a la sociedad y a los actores de la producción; esas corporaciones no fueron productos de la organización de base. Con el control de esos “sectores”, el partido hegemónico aseguraba el voto corporativo, en masa, fuente del poder de líderes que se eternizaron en las conducciones, en particular en los sindicatos. El sindicalismo independiente existió, pero débil y aislado, incluso combatido por el estado. El modelo del estado/partido corporativo se mantuvo muchas décadas, hasta que la alternancia en el poder presidencial socavó las razones de su vínculo. El PRI fue perdiendo el voto corporativo y lo cedió en un primer momento al PAN y al PRD, y en tiempos recientes a Morena. Todos los partidos políticos han buscado construir su propio voto corporado con base en el reparto de favores políticos mutuos. Incluso el partido liberal por excelencia, el PAN, que siempre le apostó a la construcción de ciudadanía con el rechazo al clientelismo, terminó construyendo su propia base orgánica con asociaciones civiles, corporaciones gremiales y empresariales, sindicatos patronales, colonos, y demás colectivos bajo el control de caciques que comercian el voto por consigna de sus seguidores. Hoy día el voto corporativo, a través de sus liderazgos, opta por el mejor postor. Llama la atención que la CTM, el SNTE, el STPRM y otros sindicatos históricamente priistas ahora se alinean entusiastas con el partido de la 4T. Sus dirigencias nacionales han expresado su apoyo a Morena y sus candidatos, pero a nivel local negocian con los pocos partidos que mantienen enclaves estatales o municipales, como en el caso de Guanajuato. Me impacta encontrar todavía este tipo de expresiones predemocráticas, donde los líderes asumen la titularidad de las preferencias políticas de sus agremiados. La libertad sindical debe ejercerse con plenitud hacia afuera y hacia adentro, reconociendo a cada cófrade su libre albedrío. La unidad no significa unanimidad. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Ruido y ciudad Luis Miguel Rionda (*) La ciudad de Guanajuato, donde he habitado la mayoría de mi existencia, es una entidad urbana con condiciones muy especiales. Nacida de las bonanzas mineras de los siglos coloniales, pero en particular el opulento XVIII, con el tiempo y las revoluciones fue perdiendo población y medios de vida, para entrar en una pobreza que puso en riesgo su viabilidad, sobre todo durante la primera mitad del siglo XX. Pero la ciudad sobrevivió gracias a tres recursos: ser el asiento de los poderes estatales, haber heredado y preservado un patrimonio monumental de gran hermosura, y albergar al principal proyecto de educación superior en el estado desde 1732: el antiguo colegio jesuita de la Santísima Trinidad, devenido en el colegio felipense de la Purísima Concepción en 1785, y finalmente en Colegio del Estado en 1870. Antecedente éste de la actual Universidad de Guanajuato, fundada en 1945. El clima de pequeña provincia ilustrada con aspiraciones cosmopolitas ayudó a que en los años cuarenta se haya integrado un conjunto de intelectuales, artistas y académicos locales que impulsaron un proyecto inédito de producción y difusión de las artes y las ciencias. Ese grupo de hombres y mujeres, apoyados por la universidad y el gobierno estatal, inició un fenómeno prodigioso: el arte y la cultura constituidos en recursos para salvar a una ciudad alicaída, pero orgullosa de su pasado y de su peculiar arquitectura. Guanajuato encontró la cuarta veta para sostener su futuro: el turismo, que comenzó a fluir desde los años cincuenta y que no ha hecho más que crecer. Tanto, que hoy se ha convertido en un problema; muy similar, por cierto, a las problemáticas que padecen ciudades con vocación turística como Venecia, Florencia, Roma, Atenas, París, Córdoba, El Cairo y muchas más. Uno de los problemas que aquejan a estas urbes tan visitadas es el ruido. La bulla causada por las actividades lúdicas que se desarrollan alrededor de estos flujos de fuereños, ávidos de diversión y vivencias al límite. Los espacios públicos y privados se llenan de ruido hasta la exageración. Recordemos los recientes sucesos en las playas de Mazatlán, desbordadas de conjuntos de tambora, redova y vientos. El derecho a la tranquilidad de los habitantes, e incluso de muchos visitantes, se viola flagrantemente, sacrificado en favor del derecho a ganarse el sustento por parte de los perpetradores. Pero a qué costo. Escribo estas líneas motivado por el incidente reciente suscitado en la Plaza de San Roque en Guanajuato capital: un grupo de rock programado por la dirección de cultura del municipio exasperó a un vecino notable de la plaza, hombre sabio y de edad, quien salió a exigir moderación en el volumen del concierto. Fue recibido con burlas e insultos por parte del conjunto musical y del público de mozuelos, que demandaban poder hacer su voluntad en un espacio público. El altercado terminó con el destacado arquitecto, defensor del patrimonio de la ciudad, derribado en el suelo y siendo objeto del escarnio público. El municipio publicó algo que quiso remedar una disculpa al injuriado. Pero creo que debió reconocer su omisión al no hacer respetar el Bando de Policía y Buen Gobierno, vigente desde 2009, en sus artículos 3, 11, 12 y en particular el 32, numeral VII: “Ocasionar molestias con emisiones de ruido superiores a los 68 decibeles…” (t.ly/TZElA). La Organización Mundial de la Salud recomienda 55 decibeles para una convivencia razonable. 80 decibeles tiene el tráfico de una ciudad grande, y 90 es el ruido de una aspiradora. Los conciertos de rock montan hasta los 120 decibeles (t.ly/cQ7LV). En el debate que he sostenido en redes electrónicas, sobre todo con jóvenes, me doy cuenta de que se tiene la concepción equivocada de que, en un espacio público, cualquiera puede hacer lo que le pegue en gana. No es así: los espacios públicos son lugares de convivencia social armónica donde rigen los derechos compartidos. Dice el artículo 10 del bando citado: “Todas las personas a las que se refiere el artículo 6 [locales y fuereños, adultos y menores] tienen derecho a comportarse libremente en los espacios públicos del Municipio y a ser respetadas en su libertad. Este derecho se ejerce sobre la base del respeto a la libertad, la salud, la dignidad y los derechos reconocidos a los demás, así como del mantenimiento del espacio público en condiciones adecuadas para la propia convivencia.” Es urgente que la autoridad aplique su norma y ponga orden en las calles y plazas de la ciudad, que hoy son invadidas por la estridencia de bocinas fuera de comercios de fármacos y ropa. De igual manera, los eventos “culturales” deben respetar el derecho de los vecinos a la moderación y al descanso. El turismo como actividad económica, que le permite el sostén a muchas familias locales, no puede ser el pretexto para la permisividad y el abuso. Fuente: https://www.allpe.com/acustica/ingenieria-acustica/mediciones-acusticas/a-que-equivalen-los-diferentes-niveles-de-decibelios/ (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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Debates en GuanajuatoLuis Miguel Rionda (*) En el estado de Guanajuato entramos de lleno al periodo de los debates preelectorales desde el día 14 pasado. Por ser mi residencia, me interesó particularmente el debate del lunes 15 entre las tres y los dos candidatos que contienden por el municipio capital. Todos ellos son personajes bien conocidos en este municipio de 200 mil habitantes. Fue un buen ejercicio, que evidenció las fortalezas y debilidades de los aspirantes. La coalición Fuerza y Corazón por Guanajuato postula a Samantha Smith, esposa del actual alcalde –su principal pasivo—; Morena presenta a Jorge “el pastelero” Medrano, dueño de un canal de telecable local con fuertes cuestionamientos éticos; el partido verde impulsa al abogado litigante Roberto Saucedo, célebre por su combate a los corruptos; el MC a la aguerrida regidora Liliana Preciado, y el PT a la defensora del patrimonio cultural Paloma Robles, también regidora. La participación de los cinco fue solvente, y fue interesante escuchar el intercambio de críticas y reproches, muy válidos. Por supuesto, era esperable que la candidata puntera Samantha fuese el objetivo principal de las invectivas, pero no fue tanto así: Saucedo evidenció su conflicto personal con el telerepostero y logró sacarlo de equilibro. Al final fue muy evidente que el candidato morenista perdió su aplomo y entró en pánico, a pesar de sus tablas acumuladas en la conducción de su noticiero diario. Me pareció que los candidatos mejor plantados fueron Paloma Robles y Saucedo Pimentel. Bien preparados y buenos debatientes. El pastelero se mostró temeroso y tembleque, no se preparó y le sobró el tiempo. Lo hizo pedazos Saucedo, en particular cuando le recordó su condición de padre deudor. Samantha fue teatral y artificial, ofreciendo más de lo mismo. La candidata de MC es una regidora solvente, pero la sentí insegura, leyendo textos mal escritos y a veces incomprensibles. Paloma hizo evidente que debió ser la candidata de la coalición morenista; ella le hubiera aportado credibilidad y competitividad.

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Ducoing y una época, 1 Luis Miguel Rionda (*) El 24 de marzo pasado falleció el exgobernador de Guanajuato, Luis Humberto Docoing Gamba, en la ciudad de Querétaro. Había conducido el poder ejecutivo estatal entre el 26 de septiembre de 1973 hasta el 25 de septiembre de 1979. Una época muy difícil en la historia política mexicana, en pleno declive del modelo del desarrollo estabilizador de corte autoritario, y la irrupción del populismo echeverrista, la presidencia imperial lopezportillista y el inicio de las terribles crisis económicas sexenales. Luis Ducoing nació en San Luis de la Paz en 1937, formando parte de una familia bien posicionada en la región, donde floreció el agrarismo revolucionario tanto como el cristerismo reaccionario, como recuerda Alfredo Guerrero Tarquín en sus Memorias de un agrarista (t.ly/n2N8w). En pleno cardenismo, época de radicalismos y definiciones. Sus estudios superiores los hizo en la nobel Universidad de Guanajuato entre 1956 y 1960, donde formó generación con personajes que le acompañarían en su trayectoria política: mi padre Isauro Rionda Arreguín, José Arrache, Raúl Arróniz, María Barquín, Ignacio Cabrera, Ema Carmona, Jesús Centeno, Alonso Echánove, Héctor García, Manuel Maldonado, Hermilo Martínez, Alejandro Méndez, Juan Nájera, Enrique Oyanguren y otros más. Esa generación celebraría año con año el aniversario de su egreso. La ocasión permitía reforzar los lazos que mantendrían unida a esta notable camarilla, que jugó un papel importante en la política y la academia estatales durante las siguientes décadas. La oriundez de Luis Humberto fortaleció su relación con uno de los políticos emergentes de los años sesenta: Luis Echeverría, quien lo apoyó para ser diputado federal en 1963, con apenas 26 años, y luego en 1970, al arribo de éste a la presidencia. El sucesor de Díaz Ordaz había vivido en Guanajuato entre 1947 y 1948 como delegado del PRI, y se había hecho amigo de la intelectualidad local, liderada por los abogados Armando Olivares y Eugenio Trueba, maestros del joven Ducoing. Seguramente esto influyó en la decisión presidencial de convertirlo, primero, en presidente de la Gran Comisión de la Cámara de Diputados, y después en el candidato del partido hegemónico a la gubernatura de Guanajuato en 1973. Luis Ducoing fue un gobernador que, como todos, fue alabado o vilipendiado. Sencillamente fue hombre de sus tiempos, y se le debe ponderar en función de los parámetros de la política de su época. Yo tuve la suerte de estar cerca de él y su administración por la amistad que tuvo con mi padre toda la vida. Tenía yo 13 años cuando acompañé a mi padre en algunas etapas de la campaña electoral, una de las experiencias que me marcaron más profundamente. Mi padre fue designado director general de Cultura Popular en el nuevo gobierno, y durante cuatro años pudo diseñar y desplegar una política cultural al nivel de lo que esperaba el afanoso gobernador. Les tocó retomar el abandonado proyecto del Festival Internacional Cervantino, y le dieron una proyección que no volvería a tener después. Tuvo claro oscuros en el ámbito de la política, pero nada diferente al resto del país. En 1976 resurgió la resistencia civilista en el municipio de León, como en 1945, ahora bajo la bandera del PAN. Pero debo continuar con esta relación hasta la siguiente colaboración… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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