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Columna Diario de Campo

Voto y Libertad sindicalLuis

Miguel Rionda (*)

El primero de mayo siempre es una fecha propicia para la reflexión sobre la importancia del trabajo en la vida social, económica, política y cultural al interior de los conglomerados sociales, las naciones y los pueblos. En México no podemos ser distintos. El factor trabajo siempre ha estado presente en la forja de nuestra nación. Tanto, que los gobiernos de la posrevolución hicieron un enorme esfuerzo por mantener una alianza política con las distintas organizaciones obreras, campesinas y populares, en particular los sindicatos y las organizaciones gremiales.

El partido de la revolución (PNR-PRM-PRI) favoreció la organización de los factores de la producción, pero puso un especial énfasis en la corporación de obreros y campesinos, particularmente en los tiempos de Cárdenas, Ávila Camacho y Alemán. El 24 de febrero de 1936, con la bendición del presidente, los cuatro lobitos fundaron la central obrera CTM. Dos años después, el 28 de agosto de 1938 se creó la CNC, que aglutinó a organizaciones campesinas de todo el país. Cinco años después, el 28 de febrero de 1943, se estableció la CNOP, ya en tiempo del general Ávila Camacho y su política de “unidad nacional”.

Fue el estado quien organizó a la sociedad y a los actores de la producción; esas corporaciones no fueron productos de la organización de base. Con el control de esos “sectores”, el partido hegemónico aseguraba el voto corporativo, en masa, fuente del poder de líderes que se eternizaron en las conducciones, en particular en los sindicatos. El sindicalismo independiente existió, pero débil y aislado, incluso combatido por el estado.

El modelo del estado/partido corporativo se mantuvo muchas décadas, hasta que la alternancia en el poder presidencial socavó las razones de su vínculo. El PRI fue perdiendo el voto corporativo y lo cedió en un primer momento al PAN y al PRD, y en tiempos recientes a Morena. Todos los partidos políticos han buscado construir su propio voto corporado con base en el reparto de favores políticos mutuos. Incluso el partido liberal por excelencia, el PAN, que siempre le apostó a la construcción de ciudadanía con el rechazo al

clientelismo, terminó construyendo su propia base orgánica con asociaciones civiles, corporaciones gremiales y empresariales, sindicatos patronales, colonos, y demás colectivos bajo el control de caciques que comercian el voto por consigna de sus seguidores.

Hoy día el voto corporativo, a través de sus liderazgos, opta por el mejor postor. Llama la atención que la CTM, el SNTE, el STPRM y otros sindicatos históricamente priistas ahora se alinean entusiastas con el partido de la 4T. Sus dirigencias nacionales han expresado su apoyo a Morena y sus candidatos, pero a nivel local negocian con los pocos partidos que mantienen enclaves estatales o municipales, como en el caso de Guanajuato. Me impacta encontrar todavía este tipo de expresiones predemocráticas, donde los líderes asumen la titularidad de las preferencias políticas de sus agremiados. La libertad sindical debe ejercerse con plenitud hacia afuera y hacia adentro, reconociendo a cada cófrade su libre albedrío. La unidad no significa unanimidad.

(*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda