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Los estudiantes y su día Luis Miguel Rionda (*) El estudiantado surgió de la mano de la educación formalizada. Con los griegos los identificamos con los discípulos de Platón en su Academia (jardín cercano al gimnasio del héroe Academo en Atenas), el Liceo de Aristóteles (gimnasio en las cercanías del templo de Apolo Licio, Atenas), y muchas otras instituciones donde se educaban los hijos de las élites. En Tenochtitlan los hijos de la nobleza (pipiltin) se formaban en el Calmécac («casa de morada»), bajo un modelo disciplinar muy estricto. En Roma la educación se impartía por los magister, casi siempre esclavos o libertos griegos, en las schola privadas o públicas, organizadas en tres niveles, que hoy identificaríamos como básica, media y superior. Con el surgimiento de las primeras escuelas catedralicias medievales, se retomaron los viejos esquemas clásicos (trivium y quadrivium). Pero también nacieron otras instituciones a iniciativa de los estudiantes (universitas); es claro que éstos formaron un auténtico gremio, con sus reglas de ingreso, permanencia y usos. Los profesores eran pagados por los alumnos, hijos de los aristócratas feudales. Nacen así los studium, las universidades, al principio regidas por el estudiantado. Se dice que la primera fue establecida en Bolonia en 1088; siguió Oxford (1096), Cambridge (1209), Palencia (1208), Salamanca (1218, muy influida por el saber islámico); Padua (1222), Nápoles (1224), Valladolid (1241) y París (1275). Desde entonces los estudiantes se convirtieron en protagonistas no sólo de su propia educación, sino también de revoluciones sociales, de la resistencia hacia los poderosos, constructores de conciencia crítica social, para constituirse en factores reales de poder en muchos países. Incluyendo los hispanoamericanos, donde la corona española se ocupó de fundar 27 universidades y un gran número de colegios mayores. Muchos estudiantes participaron activamente en las revoluciones de independencia y en los conflictos políticos del siglo XIX. En México los estudiantes lucharon por la autonomía de la Universidad Nacional en 1929. El gobierno federal intentó imponer decisiones administrativas que perjudicaban al gremio. El Consejo Estudiantil Universitario convocó a una huelga general que estalló el 9 de mayo. El paro fue declarado ilegal. El 23 de mayo los estudiantes de la escuela de Derecho fueron brutalmente agredidos por la policía, lo que concitó el apoyo de todas las escuelas, que se lanzaron en manifestación el 27 de mayo exigiendo la autonomía de la universidad. Dos días después el presidente Portes Gil la concedió. Ser estudiante es ser rebelde. Es una definición. Los jóvenes bajo el aula no sólo se instruyen: aprenden a ser comunidad, a organizarse y a exigir. Así lo hemos vivido en la Universidad de Guanajuato, donde mucho se aprendió de las movilizaciones de diciembre de 2019 y otras que siguieron, que han cuestionado el ser conservador de nuestra casa de estudios. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @rio

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Guadalupanos en París Luis Miguel Rionda (*) Tuve el gusto de comentar, junto con mi colega antropólogo Rubén Ramírez Arellano (UG, Campus León), un interesantísimo libro del doctor Hugo José Suárez, sociólogo e investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. El texto se intitula Guadalupanos en París. Un extenso y profundo estudio que el autor desarrolló durante una estancia de investigación en la Universidad de Paris III, Sorbonne Nouvelle. Lo presentamos ayer jueves en las instalaciones de la Librería Universitaria de la Universidad de Guanajuato, en la capital del estado, y hoy viernes en la Sede del Forum Cultural de la UG en León. Agradezco mucho a sus autoridades las facilidades otorgadas. Se trata de un esfuerzo de investigación cualitativa con una metodología innovadora de interpretación comprensiva (“interpretación densa”, diría el antropólogo Geertz), que se basa en un amplio trabajo de campo, con abundantes registros fotográficos y de video, para la catalogación de imágenes y contextos religiosos. Mediante la observación participante y múltiples entrevistas, Hugo supo conjugar y sistematizar los elementos que conforman la expresión de la fe guadalupana en el exilio francés: su iconografía religiosa, las prácticas cotidianas de culto doméstico y público, los espacios habilitados para la devoción, o bien de comercialización de parafernalia mística. El guadalupanismo es uno de los pilares constitutivos de la mexicanidad y la americanidad. Llama la atención que este poderoso culto se trasnacionalice hacia otros continentes, y que se haya establecido con firmeza en París, destacando la catedral de Notre Dame, el Sacre Coeur de Montmarte, y en otros templos. Un fenómeno de sociología religiosa multicultural que era digno de ser estudiado. Hugo, de origen boliviano, es un sociólogo vagabundo, un observador errante que ha visitado muchas ciudades y países, siempre provisto de una curiosidad implacable que le convierte en un preguntón incontenible. Su capacidad de asombro le permite ver peculiaridades en cada espacio social. Armado con sus cámaras Canon y Leica, su celular inteligente, y la libreta de notas, recolectó testimonios y describió contextos. Sistematizó ese mundo de información para ofrecer conclusiones dignas de ser discutidas y contrastadas. No me extraña que este indagador haya escogido a París para desplegar sus esmeros. Una ciudad extraordinaria en muchos sentidos, que ha seducido a los mexicanos desde el siglo XVIII. Con una catedral que vio el suicidio de la mecenas mexicana Antonieta Rivas Mercado en 1931, y que alberga una capilla consagrada a la guadalupana desde 1948. Un venerado recinto que se incendió en 2019, y que renació de sus cenizas hace poco. Sólo puedo anotar aquí estas breves apostillas. Es mejor que invite a la lectura y desbroce de este libro notable, que puede ser bajado sin costo de esta página del IIS-UNAM: https://sociologiavagabunda.sociales.unam.mx/ (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionf

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Sucesiones y Reformismo en el Vaticano, 3 Luis Miguel Rionda (*) Considero que la elección de Jorge Mario Bergoglio para asumir el papado bajo el nombre de Francisco el 13 de marzo de 2013 ha sido una de las sucesiones más insólitas de los tiempos modernos. Bueno, al menos de las que recuerdo. El primer latinoamericano y jesuita en ser ungido en esa dignidad. Era un prelado argentino, con fama de liberal y de mundano —en el buen sentido—, aficionado al futbol y al equipo bonaerense San Lorenzo de Almagro. Su pasado fue objeto de muy disímiles interpretaciones, en particular su periodo como superior provincial de los jesuitas en Argentina (1973-1979), pues fue acusado de excesiva cercanía a la dictadura militar que imperó en ese país entre 1976 y 1983. Pero puede verse también como estrategia pragmática que le permitió interceder por muchas víctimas. Su sencillez se acentuó en el Vaticano. Renunció a muchas tradiciones que consideró superfluas y ostentosas, como la de vivir en el palacio apostólico. Prefirió un sencillo departamento en la Casa de Santa Marta. Entre sus políticas destacó la mayor apertura a la participación de las mujeres en la vida de la Iglesia Católica, la aceptación plena de los derechos de las poblaciones de la diversidad sexual, un compromiso expreso con la justicia social y el cuidado del entorno natural global. Pero destacó su defensa enérgica de la paz mundial, el reconocimiento de los derechos de pueblos agredidos como los palestinos y ucranianos, y su permanente llamado a proteger a las familias migrantes y desplazadas. Su honestidad personal le llevó a acentuar la fiscalización sobre las finanzas de la Iglesia, a reconocer las conductas inmorales de algunos elementos de la curia, al grado de despedir cardenales, y modernizar el lenguaje pastoral para acercarse a los jóvenes y a las poblaciones en vulnerabilidad. La vitalidad y el buen humor que supo proyectar en los primeros años le atrajo muchas simpatías. Eso fue palpable en su visita pastoral a México del 12 al 17 de febrero de 2016, cuando recorrió cinco entidades del país. Entonces enfatizó su interés por la protección a los migrantes, al visitar tanto la frontera sur como la norte de nuestro país. Ante el fenómeno de las caravanas multinacionales de familias desesperadas, convocó a la solidaridad mundial. Su salud fue deteriorándose en los últimos años. Pero todavía pudo darse el gusto de despedirse de su grey el pasado 20 de abril, un día antes de morir, mediante su bendición de pascua y una vuelta triunfal a la plaza de San Pedro. El día de ayer, jueves 8 de mayo, nos enteramos de que el cónclave de 133 cardenales eligió al estadunidense Robert Francis Prevost (1955) como el nuevo papa León XIV.. Un prelado hispano hablante (vivió en el Perú), con una trayectoria interesante, con cercanía al papa Francisco (https://t.ly/bR8oo). Al parecer, la ola reformista continuará algún tiempo en los añosos muros del Vaticano. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRiond

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De Colombia para México Luis Miguel Rionda (*) Recuerdo vivamente cuando, allá por los años ochenta, leía y escuchaba testimonios de las víctimas de la violencia delincuencial en Colombia, país con el que tanto compartimos los mexicanos en términos culturales e históricos. Recibíamos como ecos lejanos las crónicas de los miles de asesinatos a manos de los narcos y sus cárteles de Cali, de Medellín y otros; sus enfrentamientos con el ejército y la policía nacional; los bombazos y los asesinatos arteros de políticos y empresarios. Líderes como Pablo Escobar mantenían el control no sólo sobre el tráfico de la cocaína, sino también de la política nacional. La guerra contra las drogas, declarada por el presidente norteamericano Nixon en junio de 1971, respondía al descontrol en el consumo de estupefacientes blandos y duros a partir de las guerras de Corea y Vietnam. El ejército de los EEUU impulsó su consumo entre sus tropas, y tuvo el efecto colateral de la continuidad de la adicción a su retorno a su país. Con ello también se provocó la violencia callejera y la consolidación de redes de tráfico continental para proveer la enorme demanda de los consumidores gringos. La percepción que se tenía desde México era que nuestro país sólo cumplía una función marginal en ese proceso, y que nunca se llegaría a los extremos colombianos. Aquí se producía y exportaba mariguana y amapola, pero a niveles artesanales. La mota sólo ayudaba a complementar la economía de las comunidades rurales, y los pocos grupos organizados, como los nacientes cárteles de Sinaloa y Guadalajara, eran subsidiarios de los poderosos cárteles colombianos. Por su parte, las guerrillas mexicanas y colombianas abandonaron sus banderas políticas y sus tácticas de lucha, y abrazaron el tráfico de drogas. Eso impulsó la violencia criminal al otorgarles cierta legitimidad social, que les ha permitido a los violentos asumirse como protectores y benefactores en espacios sociales deprimidos. A la vuelta del siglo mucho cambió: el éxito colombiano en su combate a los cárteles basculó las ventajas que éstos habían mantenido, y su posición dominante fue ocupada por las crecientes organizaciones mexicanas, que además se beneficiaron mucho por las nuevas facilidades para el tráfico que se abrieron con el tratado de libre comercio. La cercanía y permeabilidad de la frontera, así como la accesibilidad a los litorales norteamericanos, potenció nuevas rutas y nuevos actores. Hoy padecemos en México los extremos de la violencia y el terror que torturaron a Colombia. Centenares de fosas clandestinas siguen saliendo a la luz en la mayor parte del territorio nacional. En los primeros meses de la administración Sheinbaum se ha registrado un promedio de mil desapariciones al mes. Cientos de miles de mexicanos han sido exterminados por la delincuencia desde 2012, y de muchos no se recuperan sus cuerpos. Vivimos sumergidos en un terror que desconocíamos desde la violencia revolucionaria. Qué tristeza. (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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72 años de Entremeses en Guanajuato, 3 Luis Miguel Rionda (*) Corría el año de 1959. El primero de mayo de ese año estaba anunciada una función de los Entremeses Cervantinos a las 8:30 de la noche. Sin embargo, todos los actores se dieron cita a mediodía en la parroquia de San Pedro y San Pablo en la ciudad de Yuriria, a 120 kilómetros de Guanajuato capital, en un tiempo cuando las carreteras y los vehículos no permitían un traslado fluido. Se trataba de la boda religiosa de dos jóvenes actores, que formaban parte de la segunda generación de actores del Teatro Universitario. La primera generación había renunciado en masa por desacuerdos con el director, quien echó mano de la troupe de Luis Ferro para sacar adelante la temporada. Los nuevos consortes eran Isauro Rionda y Esther Ramírez. El primero era estudiante del último año de derecho. La segunda cursaba el tercer año de química. Ambos habían egresado de la licenciatura en arte dramático. Ya contaban con una probada carrera escénica con participaciones en diversos montajes de Luis Ferro, Enrique Ruelas y Eugenio Trueba. Su boda representaba un hito para el conjunto universitario, que acudió completo a la lejana Yuriria. Luego de la ceremonia religiosa siguió un banquete en la casa del suegro, el doctor Miguel Ramírez Tinoco, quien no reparó en gastos pues Teté era la primera en casarse de sus cinco hijos. Necesariamente, la fiesta debió concluir temprano porque había que regresar para atender la función nocturna. El doctor Ramírez despidió a los histriones con una botella de licor para cada uno. Ya podrán imaginarse el animado y accidentado retorno en varios automóviles repletos de jóvenes alegres. No faltó quien debió detenerse y devolver el vientre para desintoxicarse. El maestro Ruelas estaba furioso por el estado del alegre conjunto; pero al final de la función debió reconocer que el desempeño de los alborozados comediantes fue uno de los mejores en su carrera. Durante muchos años resonaron los ecos de aquella romería en la memoria de los asistentes, quienes me compartieron una y otra vez los detalles de esa jornada ajetreada, pero sobre todo la intensidad de una función desinhibida

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72 años de Entremeses en Guanajuato, 2 Luis Miguel Rionda (*) Comentamos la semana pasada cómo el joven abogado y dramaturgo Enrique Ruelas Espinosa ideó, con el apoyo y participación de algunos cófrades del callejón del Venado en la ciudad de Guanajuato, el montaje de algunos de los entremeses de Miguel de Cervantes. Esto con motivo del “congreso de los rectores” que se realizaría del 17 al 21 de febrero de 1953. Para ello se aprovecharía uno de los rincones de la ciudad más hermosos, y en su deterioro muy evocador del siglo de oro español: la singular plazuela de San Roque, donde confluyen seis callejas y destaca la sobria iglesia del mismo nombre. Un marco excepcional para escenificar un puñado de obrillas chuscas del manco de Lepanto. Lo verdaderamente original del montaje fueron los aportes locales: el prólogo y evocación, del puño del exrector Armando Olivares Carrillo, acompañado de chispas escénicas donde figuran el propio Cervantes, don Quijote y Sancho, Rinconete y Cortadillo, el licenciado Vidriera (de las novelas ejemplares), la gitanilla, el caballero, escuderos, vendedores, frailes y un animero, para entonar una gañanada manchega. En sí un retablo que exuda espíritu cervantino, ilustrando el florecimiento cultural de España y la decadencia de su imperio, incapaz de comprender al mundo que le desbordó. Los entremeses, los “pasos” y los “sainetes” son obrillas jocosas concebidas para entretener al público en los intermedios de obras escénicas más serias. Surgieron en el siglo XVI, pero cobraron impulso en el XVII, en los tiempos de Felipe III (1598-1621) y Felipe IV (1621-1665), quienes relajaron un poco los férreos controles morales de la contrarreforma. En 1615, el mismo año en que salió a la luz la segunda parte de Don Quijote, Cervantes publicó las “Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca antes representados”. Entre las comedias se encuentra “Don Pedro de Urdimalas”, obra que representó el grupo de Filosofía y Letras de la UG en 1972, en la Plaza de San Francisquito de Pastita. De los ocho entremeses, Ruelas seleccionó tres: “Los habladores”, “La guarda cuidadosa” y la pequeña joya “El retablo de las maravillas”. Los dos primeros se entretejieron para hacerlos aún más entretenidos. El retablo se dejó íntegro, para respetar el mensaje de sabiduría popular, con su ironía y la moraleja subyacente: una auténtica burla de la hipocresía y superstición que empapaba la religiosidad hispánica de esos tiempos. Se culmina con un excelso epílogo, también de la autoría de Armando Olivares, que incluye la primera estrofa de la “Letanía de nuestro señor don Quijote”, de Rubén Darío: Rey de los hidalgos, señor de los tristes / que de fuerza alientas y de ensueños vistes / coronado de áureo yelmo de ilusión / que nadie ha podido vencer todavía / por la adarga al brazo, toda fantasía, / y la lanza en ristre, toda corazón. Se desata entonces la escena más emotiva y electrizante del mosaico escénico, con el repique febril de las campanas de San Roque y el juego de luces sobre los histriones y los comparsas, congelados en el tiempo, yacentes en la plazuela de la cruz de los faroles… Seguiremos la próxima semana… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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72 años de Entremeses en Guanajuato, 1 Luis Miguel Rionda Hace 72 años la ciudad de Guanajuato, viejo enclave de la más rica minería del imperio español languidecía, ahogada en sus añoranzas de glorias y abundancias pasadas. 23 mil 389 habitantes habían sido contabilizados en el censo de 1950. Una cuarta parte de lo que llegó a tener cuando la visitó el geógrafo Humboldt en 1803. Sumida en la pobreza, parecía no tener más futuro que el de convertirse en un pueblo fantasma. Sin embargo, esa misma pobreza la preservó —relativamente— del saqueo y de los coletazos de la modernidad y el progreso. Muchas ciudades y pueblos del Bajío perdieron buena parte de su patrimonio arquitectónico e histórico como consecuencia de un “progreso” mal entendido. Guanajuato, en cambio, preservó su herencia edificada más o menos intocada, que le convirtió en escenario para las artes dramáticas. Primero, el cine, con rodajes como Bugambilia (1945) del Indio Fernández, y Él (1953) de Luis Buñuel. Desde 1942, un grupo de profesionistas y profesores del Colegio del Estado —Universidad de Guanajuato desde 1945— aficionados a la literatura y las artes, comenzaron a reunirse en tertulias intelectuales y artísticas en el célebre “estudio del callejón del Venado”. Se trataba de Manuel Ezcurdia, Armando Olivares Carrillo, Eugenio Trueba Olivares, José Guadalupe Herrera Carrillo, el juez Cristóbal Castillo Arbide, Luis García Guerrero, Enrique Ruelas Espinosa, Manuel Leal, Salvador Lanuza, Rodolfo González, Jesús Villaseñor, Josefina Zozaya viuda de Romero, Paula Alcocer de Aguilera y otros eventuales. En 1947 Enrique Ruelas propuso a ese grupo la realización de un homenaje a Miguel de Cervantes con motivo del 400 aniversario de su nacimiento el 29 de septiembre. La idea no prosperaría, hasta seis años después.

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Tiempos difíciles

Columna Diario de Campo Luis Dos países condenados a vivir uno al lado del otro: eso son México y los Estados Unidos. La historia y la geografía los unen y los separan a la vez. Dos países producto ambos de procesos de colonización europea, pero de raíces muy diferentes. México, la antigua Nueva España, fue poblada primordialmente por españoles varones, soldados, aventureros, campesinos, comerciantes y mineros. Todos bajo el amparo ideológico de la evangelización católica. El mestizaje y el sincretismo cultural fueron los productos inmediatos de la convivencia entre los colonos solteros —o con esposas lejanas— con las nativas, esas hermosas y abundantes morenas. Las trece colonias inglesas se poblaron tardíamente con familias de puritanos evangélicos, prejuiciosos pero permeados de la ética del trabajo individual como la vía de la salvación. Rechazaron el contacto con los nativos, a quienes no necesitaban. Más bien los persiguieron y exterminaron, hasta reducir su población al 1 o 2% del total actual. Los Estados Unidos independientes se expandieron violentamente sobre territorios indígenas y mexicanos, en busca de su “destino manifiesto” declarado por Dios. Un dios rubio y sajón, por supuesto. México cedió tierra y población ante el empuje del “Tío Sam” (US, Uncle Sam), país de inmigrantes casi por completo; una olla podrida poblada por ingleses, escoceses, irlandeses, alemanes, italianos, africanos y demás “pobres del mundo”, como reza la placa de su estatua de la libertad. La “tierra de las oportunidades”, presumen. Así lo fue sólo para sus componentes blancos: anglosajones, nórdicos y germanos. No así para los inmigrantes indeseables del sur y el oriente: los africanos, los nativos americanos, los hispanos y los asiáticos. El retorno de Donald Trump nos recuerda inevitablemente estos orígenes. Nieto de un alemán que fue expulsado de su país por no haberse alistado para la guerra. La dinastía Trump se hizo inmensamente rica en “América” con tropelías y fraudes, inclusive Donald. El supremacismo corre por sus venas teutonas, y se ha arrogado la misión divina del MAGA (Make America Great Again) como nueva expresión del destino manifiesto. Y ya lo vemos: va por el canal de Panamá, Groenlandia, Canadá completito y hasta la franja de Gaza, convenientemente depurada de palestinos, otros indeseables. Al Golfo de América México lo quiere convertir en otro de los grandes lagos de su territorio, y pronto babeará por poseer todo México, claro, sin mexicanos (a ver si cabemos en Guantánamo). Serán cuatro años escalofriantes, el peor momento en la relación con el vecino, y para colmo gobernados acá por nacionalistas woke, aliados de los autoritarismos fósiles del continente, y fanáticos del estatismo. Pero no hay loco que trague lumbre: los bullies populistas saben que no hay que meterse con el matón del garrote arancelario. O al menos eso creo… (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal – FB.com/riondal – ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda Miguel Rionda (*)

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Reuniones de la República Luis Miguel Rionda (*) Desde mi juventud le he puesto atención a la ceremonia de conmemoración de la Constitución Política de nuestro país. La razón ha sido sencilla: es un ceremonial pleno de simbolismos que sirve de termómetro para percibir el grado de maduración —o el infantilismo— de la clase política hegemónica del momento. Todavía recuerdo los gigantescos rituales de tiempos de López Portillo —literalmente, “sus tiempos”—, las “Reuniones de la República”, masivas tertulias políticas que se realizaron los 5 de febrero de su sexenio. Eran sesiones maratónicas a las que acudía el pleno de los poderes públicos. No era el día de la Constitución; era el día del señor Presidente. La megalomanía presidencial apabullaba a los demás poderes y órdenes de gobierno. Los discursos del tlatoani emulaban las interminables alocuciones de Fidel Castro y demás tiranos, ebrios de poder. Los asistentes soportaban sumisos largas horas de solemnidades y rollos interminables, con pregones de secretarios, líderes y jilgueros que sacralizaban las bondades del Supremo. A pesar del nombre de esas reuniones, no existía la República y la Constitución era un permanente ideal que no se cumplía. Era un momento para refrendar la presidencia imperial, y exaltar al Hombre, al taumaturgo bondadoso al que tanto le debía la Patria. Se exponían así las utopías de un país que no existía, pero que se imaginaba en la cabeza del paladín. Eso fue evidente en extremo en la última de esas reuniones en 1982, en Guadalajara, la matria imaginada por don Q, el excelso. Fue ahí donde pronunció la frase que marcó y mancilló su sexenio. Ante los ataques especulativos contra la moneda mexicana, prometió que defendería el peso “como un perro”, evidenciando su negativa a reconocer los errores en su política económica. Poco después sobrevino una imparable devaluación del 500% que significó el hundimiento de su popularidad y una de las peores crisis del siglo XX.

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¡Que Viene el Lobo! Luis Miguel Rionda (*) En nuestro país, el desmantelamiento del orden constitucional de corte liberal está llegando a su culmen. Hace unos días, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó desconocer la validez de las sentencias judiciales que ordenaron la suspensión del proceso de selección de los nuevos juzgadores federales. En lugar de canalizar el tema hacia la Suprema Corte, el tribunal electoral asumió para sí la indebida facultad de adjudicarle al Poder Legislativo de la Unión, vía el Senado, el proceso de selección que correspondía a su propio poder. Y no sólo eso: autorizó a que se hiciese vía tómbola, es decir a la suerte, ignorando perfiles, idoneidad o experiencia. El Poder Judicial Federal está condenado a su extinción como protagonista de una auténtica división de poderes. El Poder Ejecutivo habrá terminado de colonizar, domesticar y nulificar a los otros dos integrantes del orden republicano que concibió Montesquieu en El espíritu de las leyes. Si de por sí padecíamos los defectos de un presidencialismo imperial de facto, ahora nos hundiremos en el fango de la cacocracia caudillista. Los juzgadores ya no serán capaces de detener determinaciones gubernamentales que violenten los derechos ciudadanos. Imperará la “razón de estado”, que no será otra que la del líder moral de la camarilla a cargo de ordeñar la vaca del erario; una res cada vez más famélica. No hay que ser adivino para vislumbrar un futuro inmediato donde la justicia federal esté en manos de jueces y juezas ignorantes e ineptos; magistrados y magistradas banales y venales, y ministros y ministras solícitos y doblegados ante el ejecutivo. La meritocracia será considerada una costumbre burguesa, discriminadora y detestable. La ley será optativa, una mera sugerencia. Como dijo el clásico: “gobernar no tiene chiste”; juzgar tampoco. Es lamentable que los mexicanos hayamos renunciado a consolidar un auténtico estado de derecho, y que mejor optamos por escuchar el canto de sirenas del populismo oportunista. El mayor riesgo que corremos ahora es que la seguridad pública y la paz social dejarán de ser prioritarios para los detentadores del poder, y que en muchos espacios del país se consoliden los microestados criminales, para quienes la única ley es la propia y el orden es el que ellos impongan. Con el debilitamiento de la democracia republicana pronto veremos el retorno de los brujos del ogro filantrópico, ese que creímos superado hace tres décadas. Como en la Europa de los años treinta, asistimos a la incubación del huevo de la serpiente, y no lo quisimos ver a tiempo. Como advirtió León Felipe: “El que dijo tierra y el que dijo justicia es el mismo español que gritaba desde la colina de Madrid a los pastores: ¡eh! ¡que viene el lobo!” (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León. luis@rionda.net – @riondal- ugto.academia.edu/LuisMiguelRionda

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