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Luis Miguel Rionda (*) Etnografía de un mitin El viernes primero pasado asistí al arranque de campaña de la coalición Fuerza y Corazón por México, con sus candidatas Xóchitl Gálvez, a la presidencia del país, y Libia García Muñoz-Ledo, a la gubernatura del estado de Guanajuato. Esto en el estadio de futbol de Irapuato. Hacía mucho tiempo que no acudía a una concentración electoral. La última ocasión en que me apersoné en un evento de este tipo fue en abril de 1994, cuando Ernesto Zedillo comenzó su campaña presidencial en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas. Buscaba entonces realizar observación participante de corte antropológico para alimentar mi tesis de doctorado, que elaboraba en esos años. Ahora concurrí al mitin de Xóchitl y Libia motivado por mi compromiso personal con la defensa de las instituciones democráticas y el orden republicano y federal que los mexicanos hemos consolidado desde aquellos lejanos años noventa. Estoy convencido, por mi experiencia y formación, de que la democracia mexicana se encuentra hoy bajo asedio por un movimiento político retardatario que le ha comprado a un líder mesiánico su agenda anclada en los valores del nacionalismo revolucionario de los años setenta. Un retorno al centralismo autoritario del régimen de partido único, y su presidencia imperial. El mitin de Irapuato rebasó las expectativas de los convocantes, con más de 30 mil asistentes. Desgraciadamente los partidos políticos siguen aplicando la desgastada fórmula del acarreo de “simpatizantes” provenientes de comunidades rurales y colonias populares de toda la entidad. Ese tipo de movilización es engañosa y cosmética. No son seguidores leales e informados, sino parte de las clientelas partidistas, que son movilizadas con el atractivo de recibir alguna prebenda, obsequio o incluso dinero. Yo asistí como parte de la #FuerzaRosa. Calculo que entre nosotros y los #Xochilovers sumamos unos quinientos, y se nos ubicó en la cancha, cerca de la plataforma. Fuimos de manera voluntaria y por nuestro propio pie; algunos en autobuses alquilados en los que se cobró pasaje, o en vehículos particulares. Como en las marchas de la #MareaRosa, nos autoconvocamos. Sin duda, la clase media se hizo presente para acompañar con entusiasmo a los candidatos de la coalición. Pero el resto de los asistentes evidenciaba su desinterés por la esencia política del evento. Para entretener a la multitud se contrató a animadores y a botargas varias, para dar paso a lo que fue el numen del jolgorio: la banda “La Cumbre con K”, grupo “norteño sax” (sic) proveniente de León. Calculo que el público estaba conformado por un 90% de mujeres y niños. Era llamativo que las chavas y chavos acudieron ataviados y acicalados como para el bailongo del rancho, que en efecto en eso se convirtió durante más de una hora y media. El huateque prendió y la gente gozó con los movimientos cadenciosos de los cumbreros, embutidos en trajes blancos con oropeles plateados. La música montó por arriba de los 90 decibeles (me lo advirtió mi reloj inteligente) para provocar el éxtasis de los fans, que se abalanzaban sobre la tarima para pedir autógrafos. En pleno culmen, el animador anunció el fin del concierto y el arribo de las candidatas (con 40 minutos de retraso). Los bailadores exigían que la banda continuara, y no faltaron abucheos. Ahí comenzó el éxodo lento pero constante de los acarreados que, cargados de propaganda utilitaria, se encaminaron a sus autobuses, con su inevitable huella de basura. Los mensajes de los candidatos Miguel Márquez, Libia y Xóchitl parecieron más dirigidos a los medios de comunicación que a los cansados asistentes, fastidiados de esperar. Los animadores tuvieron dificultades para provocar las porras, y con frecuencia los coros cambiaron los nombres de los aludidos: “chóchil”, “sóchi”, “lidia”… Escuché a las señoras preguntándose mutuamente sobre quién era quién, y cuál era “la presidenta”. Esta desinformación también es padecida en el campo contrario. Ya me imagino el clima de ignorancia entre los acarreados “morenistas” al Zócalo ese mismo día; ahí sí con cuotas para llenar la plaza y competir con la marcha ciudadana del 18 de febrero. La anti política del clientelismo electoral. Ojalá que un día evolucionemos hacia la política de ciudadanía plena, y que abandonemos la grandilocuencia vacía de los mítines de masas. Apuesto por una democracia con calidad, basada en el debate informado y respetuoso. Al final, el voto es individual, íntimo y secreto; no debe ser mercancía a la venta o sujeta al chantaje del poder. Ese es mi deseo.

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Crisis del agua problema de gestión Luis Miguel Rionda (*) El país está transitando por una crisis ambiental en muchos rubros, pero uno de los más sensibles es el de la provisión de agua. Se han acumulado dos años de sequía severa que han provocado que las 210 presas del país almacenen, al mes de febrero, apenas el 52 por ciento de su capacidad general, una cuarta parte menos de su promedio histórico. El norte y el centro del país son las regiones más castigadas por la escasez. Todos sabemos que la Ciudad de México está a punto de ver colapsado su sistema de abasto (https://t.ly/QbqFa). Se dice que le restan cuatro meses de disponibilidad al sistema Cutzamala (https://t.ly/A3Afg). Algo similar sucede en zonas metropolitanas como la de Guadalajara y la de Monterrey. No dejemos fuera a la región leonesa en Guanajuato, habitada por dos millones de personas, que quedaron fuera de la asignación de las aguas de la presa de El Zapotillo por una decisión política del gobierno federal. Un proyecto más propagandístico que técnico, que se convirtió en justificativo de las ineficiencias locales. Las grandes y medianas ciudades del país padecen dificultades crecientes para proveer de un servicio público que es considerado un derecho humano en México desde que el artículo 4º constitucional, párrafo sexto, fue reformado el 8 febrero de 2012: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible. El Estado garantizará este derecho…” (https://t.ly/lBY0Z). Pero como otros derechos, este se mantiene como un buen propósito para millones de mexicanos por culpa de una mala gestión y la ausencia de una visión estratégica. Hay agua en México, pero está mal administrada por el estado. Hace falta un programa nacional de gestión del recurso con una visión largo plazo, al menos hasta el 2050. Se requiere de acciones emergentes para sortear estos años de sequía, pero acompañadas con previsiones logísticas y estratégicas para optimar el uso del recurso en la agricultura, que sigue absorbiendo un 76% del monto disponible, la industria (10%) y el uso doméstico (14%, INEGI, https://t.ly/4wu1b). Por supuesto, se requiere invertir como nunca, para poder sortear una de los trances más peligrosos para nuestro país. Pero vamos en sentido contrario: el presupuesto de la CONAGUA para este año se redujo un 12% con relación al de 2023. Son 62.6 mil millones de pesos que se concentrarán en sólo 12 entidades (https://t.ly/vOVqu). Dice el economista Luis Miguel González: “En otros países, hay grandes planes para construir plantas desalinizadoras de agua de mar. Aquí no funciona el 85% de las plantas de tratamiento de aguas negras y 57% de las aguas se desperdician en el traslado. Los canales que salen de las presas no tienen el revestimiento adecuado y eso provoca que pierda 50% del agua.” (https://t.ly/vOVqu). Los especialistas insisten en que no es un problema de disponibilidad del agua, sino de gestión y distribución. En Guanajuato, por ejemplo, el doctor Daniel Tagle Zamora, mi colega en la UG-León, publicó una evaluación de pertinencia del proyecto de aguas para León, y concluyó que “El Zapotillo no resulta imprescindible para dicha ciudad; ello porque la crisis no es física, sino socialmente construida por el organismo operador, problema que requiere atenderse localmente y, en consecuencia, de otra solución.” Enlista una serie de inconsistencias en el proyecto y recomienda: “la investigación deja ver que el problema del agua que impera en León puede atenderse localmente. Para ello, se requiere de voluntad política que facilite un giro radical dentro de la organización de SAPAL.” Estoy convencido de que, en general, en nuestro país la crisis del agua ha sido auto gestada.       (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

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En la Calle Codo a Codo Luis Miguel Rionda (*) Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos M. Benedetti El domingo 18 de febrero cientos de miles de mexicanos vivimos una experiencia cívica inolvidable: por nuestra propia voluntad y medios, acudimos a manifestarnos en las 122 marchas y concentraciones que se realizaron en ciudades del país y del extranjero. Salimos a la calle a ondear banderas, a portar pancartas, a corear consignas y a gritar nuestra protesta contra el creciente desmantelamiento de las instituciones de la república y los constantes agravios a la constitución por parte del poder central y sus extensiones partidistas. Lorenzo Córdoba lo dijo bien en la mega concentración en el Zócalo: hace apenas 40 años en México se hacía política con miedo. El régimen de partido hegemónico había consolidado una dictadura perfecta, donde los súbditos lambían la coyunda del autoritarismo a cambio de un modesto progreso y una engañosa tranquilidad social. Desde entonces se ha creado una nueva ciudadanía, cada vez más consciente y demandante, que ha obligado al estado omnímodo a ceder espacios y a aceptar la diversidad política, la competitividad electoral, la alternancia y la ampliación de libertades y derechos. Pero desde hace poco más de cinco años hemos padecido el embate del pasado redivivo, que busca restaurar el ancien régime y la prevalencia de un pensamiento único de corte populista. Una falsa transformación disfrazada de progresismo iluminado que ha provocado una profunda decepción incluso para sus seguidores más honestos, como fueron Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Urzúa, y como son Javier Sicilia, Roger Bartra, Carlos Navarrete y muchos más. En la calle, la ciudadana y el ciudadano se transforman, se subliman. Fue emocionante voltear a ver los rostros compungidos de vecinos que no habíamos tratado antes. Todos coincidíamos en nuestra alarma ante el nuevo Leviatán que amenaza con barrer la endeble diversidad que ha sido posible gracias a organismos autónomos, la división de poderes, el derecho a la información y el debate en libertad. Se nos tacha desde el poder central de conservadores, fachos, reaccionarios y oligarcas. Pero somos padres de familia, trabajadores activos o pensionados, micro emprendedores, profesores, empleados y demás amenidad de la clase media. Somos esa capa poblacional mayoritaria, aspiracionista, pagadora de impuestos y educada en la libertad. Alarmados estamos por lo que se asoma en el horizonte: el lobo del odio, la persecución, la violencia criminal, la corrupción, la ley del más fuerte y el retorno al capitalismo de estado. En el estado de Guanajuato marchamos 39 mil ciudadanos. Lo hicimos en Guanajuato capital, Irapuato, Celaya, León, Salamanca y San Miguel de Allende. La movilización cívica autónoma más grande de la historia de la entidad. En la capital la oradora única, la maestra de muchas generaciones de cultivadores del derecho y de la literatura, Elisa Jaime Rangel, señaló: “El derecho político no solo se ejerce cada tres o seis años; debe ejercerse todos los días con el derecho de opinión, de crítica, de petición, de manifestación, de impugnación y de un largo etcétera. […] La balanza la inclinarán los jóvenes y las mujeres. A ellos y a todos les digo: venzamos el abstencionismo, votemos y estemos atentos a la actuación de nuestros gobernantes”.       (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

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Laicismo en Crisis Luis Miguel Rionda (*) Deseo hoy referirme aun aspecto crucial de la organización política de la nación mexicana: la separación de la iglesia y el estado, y el laicismo republicano. Hace tiempo que los representantes del estado mexicano y de los gobiernos de las entidades y municipios han caído con regularidad en referencias religiosas en sus mensajes, o incluso en prácticas concretas, muchas de los cuales son violaciones legales o constitucionales flagrantes. Aunque la laicidad pública está garantizada formalmente desde la constitución de 1857 y las leyes juaristas posteriores, las resistencias a obedecer este postulado condujeron a las guerras de reforma y a la intervención francesa en la siguiente década. La constitución de 1917 ratificó el estatus de laicidad pública en sus artículos 3, 5, 24, 27, 40 y 130, y eso provocó las rebeliones cristeras de los años veinte y treinta del siglo XX. Los diferentes “entendimientos” del estado mexicano con la iglesia católica en 1929, en 1979 y en 1992, significaron que gran parte de los ordenamientos laicistas se convirtieran en letra adormilada o muerta hasta el presente. En Guanajuato, tierra de católicos apasionados, vemos con frecuencia cómo se ignora la laicidad del estado mexicano: gobernantes que asisten a misa con todo e investidura; discursos con referencias al creador y a toda la corte celestial; crucifijos y otros íconos en oficinas públicas; inauguraciones de instalaciones con su bendición consecuente; oraciones al inicio del día laboral; observancia de feriados religiosos, y otros rituales que hacen referencia a una fe que debería ser privada. Motiva esta reflexión el hecho de que los lenguajes de la política electoral están cargándose de mensajes religiosos implícitos. Esto es claro en las no-campañas de las aspirantes a la presidencia de la república. La audiencia reciente que el Papa Francisco otorgó a las aspirantes es un hecho insólito en la política mexicana. ¿Cuál pudo ser la motivación de ambas? ¿Congraciarse con los votantes católicos? Como estrategia de campaña me parece peligrosa, porque se corre el riesgo de ofender al 22% del electorado que no profesa esa fe. Sospecho que se trató, en un caso, de fervor auténtico, y en el otro, de vil oportunismo. Sólo pensemos: ¿cuál de las dos es previsiblemente católica? Por lo poco que se ha sabido, ambas candidatas se sujetaron al machista protocolo de la Santa Sede: vestidas de negro, con falda, cada una recibió 45 minutos de la atención del pontífice. Ambas agradecieron los “consejos” del líder religioso, pero nunca sabremos cuáles fueron. Además, ¿besaron el anillo del obispo de Roma? ¿Se santiguaron? Ni idea. Pero algo es seguro: el desgaste del estado laico mexicano se mantiene, propiciado por quienes están obligados en acatarlo. El discurso de los políticos se parece más a la homilía mesiánica que promete el paraíso a cambio del voto. Las viejas ideologías se traducen en nuevas sectas del dogma de la fe, y se convoca a los elegidos a buscar la salvación. Lamento mucho esta decadencia, tanto política como religiosa. No sólo se ignora a la constitución laica, también se olvida el aforismo del evangelio cristiano (Mateo 22:21): al César lo que es del César…     (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

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18F: En marcha por la Democracia Luis Miguel Rionda (*) El movimiento cívico #MareaRosa, constituido por varias docenas de agrupaciones ciudadanas independientes, está convocando nuevamente a una gran marcha por la defensa de nuestra democracia, a la manera de las que realizamos en un centenar de ciudades de México y el extranjero el 13 de noviembre de 2022 y el 26 de febrero de 2023. La nueva fecha es el domingo 18 de febrero próximo, a partir de las 10:00 horas. Al día 7 pasado, se había confirmado la realización de marchas o concentraciones en cien ciudades del país y once del extranjero (Estados Unidos, España, Canadá y Francia). No se trata de un evento de campaña política: es nuevamente la reacción ciudadana ante los embates sostenidos desde el ejecutivo federal en contra de las instituciones, la ley y la justicia. La pertinencia de la fecha la demuestra el nuevo desprecio al orden constitucional evidenciado el pasado 5 de febrero, al haberse negado el titular de la magistratura presidencial a acudir a la conmemoración del 107 aniversario de nuestra Carta Magna, que muy a su pesar sigue siendo el documento fundamental de nuestra vida social y política. Miles de ciudadanos conscientes y activos saldremos a las calles a ejercer nuestro derecho a la libre expresión, el libre tránsito, el derecho a la protesta pacífica y nuestra oposición a una nueva andanada de acometidas contra el orden legal, evidente en las 20 iniciativas de modificación constitucional presentadas en ese aniversario. Todas ellas (https://t.ly/MJZRl) son producto de ocurrencias, pero con un claro interés electorero. La mayoría son inviables, pero suenan muy bien a los oídos de los poco informados. Un engaño más, una trampa de humo en la que no debemos caer. ¿Quién puede oponerse a las pensiones universales no contributivas (ojo) para los adultos mayores? ¿O al apoyo a los discapacitados, a los campesinos, a los estudiantes, a los jóvenes sin trabajo o estudios? También se propone revertir las reformas al sistema de pensiones de 1997 y 2007, que le habían dado viabilidad. Con esta contrarreforma el peso financiero de estas recaería sobre las inagotables arcas nacionales. Demagogia que me recuerda la “administración de la abundancia” de los años setenta y ochenta.

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Intercampañas Luis Miguel Rionda (*) El primero de marzo de este año arrancarán las campañas políticas de 20,367 candidatas y candidatos a ocupar cargos de gobierno y de representación en los ámbitos federal y locales. La lista nominal de electores suma hoy 97 millones 539 mil 56 ciudadanos. Esta cantidad ya no podrá cambiar, dado que el día 22 pasado cerró el registro; bueno, excepto para quienes presenten algún recurso ante el tribunal electoral federal, y que éste progrese. Se ha vuelto un lugar común asegurar que cada cónclave presidencial es “la madre de todas las elecciones”, y es cierto. Cada proceso es más complejo que el que le antecedió seis años antes, necesariamente. Se suman más electores, y el calendario electoral se compacta. Esto como resultado de la reforma electoral de 2014, que obligó a las entidades a uniformar sus fechas comiciales y evitar su dispersión, con el consiguiente cansancio electoral de los ciudadanos. Luego de la compleja elección presidencial de 2012, los partidos de oposición, en particular los de izquierda, obligaron a adoptar en la reforma de 2014 un bizarro calendario dividido en periodos de “precampaña”, “intercampaña” y “campaña” propiamente dicha. El objetivo era plausible: regular las ansias de los precandidatos tempraneros, como fue el caso de Vicente Fox, quien había iniciado su precampaña desde el dos de julio de 1998, dos años antes de la elección que lo hizo presidente; o de Enrique Peña Nieto, cuya candidatura fue construida años antes desde los medios de comunicación mediante el reality show de su matrimonio con La Gaviota. Pero la realidad de la política ha impuesto sus prioridades. Los periodos sexenales presidenciales son largos, e inevitablemente conducen al desgaste del Tlatoani en el último tercio de su responsabilidad. La esperanza se renueva cada seis años, y los actores saben que los electores demandan figuras nuevas. Esto ha conducido inevitablemente a que las dos coaliciones partidistas actuales hayan violentado los tiempos electorales, y en la práctica cuentan con sus candidatas desde seis meses antes del inicio de las campañas formales. Creo que el año próximo será inevitable una nueva reforma electoral que atienda las realidades de la política, y no las veleidades del “deber ser”. Por supuesto, yo no estaría de acuerdo con que se debilite a las autoridades electorales, pero que sí se reconozca que hay necesidad de aflojar algunos controles. Creo que hay que debatir con seriedad temas que se han convertido en tabú, como el financiamiento privado, los calendarios electorales, la pertinencia de algunas acciones afirmativas, el reconocimiento de los derechos políticos de los extranjeros asentados en México, la urgencia del voto electrónico, el voto por adelantado, la obligatoriedad efectiva del voto, las condiciones para la reelección y para la revocación de mandato, y muchas otras. Pero siempre pensando en el mejoramiento de los procedimientos y las condiciones de la competencia; no para regresar al modelo de control gubernamental de los procesos electorales. Este periodo de intercampañas debería aprovecharse para que los contendientes afinaran sus discursos en torno a los grandes temas de interés nacional y regional, y no sobre las rencillas y ataques mutuos que banalizan el debate. Sería un buen propósito de año nuevo.       Intercampañas Luis Miguel Rionda (*)        

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Sin becas, sin ciencia   Luis Miguel Rionda (*)   El Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (CONAHCYT) fue fundado hace 53 años por decreto del recién investido presidente Luis Echeverría. Respondió a la concepción del estado como entidad fundamental para impulsar el desarrollo científico del país, una palanca para avanzar en los objetivos de desarrollo económico y social de los gobiernos del nacionalismo posrevolucionario. Hay que reconocer que, gracias a los esfuerzos continuos de esta noble institución, hoy México cuenta con una importante masa crítica de científicos y eruditos que le permiten ubicarse en un liderazgo claro en América Latina, donde sólo Brasil y Chile le superan en cuanto a capacidades para la innovación. Un informe de Forbes (Índice Mundial de Innovación) reconoció a México como el tercer país con mayor producción en esta región durante 2023, y que “mantuvo el lugar 58 a nivel mundial por segundo año consecutivo” (https://t.ly/bZScJ). Ese logro, en gran medida, es fruto de los esfuerzos del CONAHCYT, a través del cual se canalizan las inversiones públicas para el sector. Desgraciadamente, el sector privado mexicano no invierte mucho en innovación. Desde su fundación, casi 400 mil mexicanos han recibido el apoyo de una beca de posgrado; muchos de ellos en el extranjero. El programa de becas del CONAHCYT —del que yo ha sido beneficiario en dos ocasiones— ha sido una de las herramientas más efectivas para formar una clase técnica y humanística que fundamente el trabajo intelectual de alta especialización. Sin duda una élite del pensamiento, aunque suene feo. El Sistema Nacional de Investigadores apoya el desempeño de 36 mil 714 integrantes, todos ellos certificados con base en su formación y productividad. La cantidad puede sonar amplia, pero hay que considerar que, según la OCDE, por cada mil personas empleadas en México, 1.24 son investigadores. El promedio para los países de la OCDE es de 9.11. En Corea del Sur, Finlandia y Noruega tienen 16 investigadores por cada mil personas empleadas (https://t.ly/9VqDQ). Esto quiere decir que somos ampliamente deficitarios en capital humano para la innovación. Desgraciadamente, esta administración federal ha venido aplicando una política altamente ideologizada, prejuiciada, contra esta “élite privilegiada”, y ha recortado sustancialmente la cantidad y los montos reales de las becas, sobre todo las destinadas a los estudios en el extranjero. Con una excepción: las becas para Cuba. Según una nota del El Universal (https://t.ly/uFro2) basada en datos del matemático Raúl Rojas con base en los padrones del CONAHCYT, en 2023 se otorgaron 428 becas para estudiar especialidades médicas en Cuba. En contraste, la asignación anual de becas para maestría en el resto de los países bajó de mil 793 en 2015 a sólo 148 en 2022. Para doctorado cayó de 813 a solo 103 en el mismo periodo. Casi nadie está saliendo a estudiar becado al extranjero. Pero las becas a Cuba son más costosas: “Nueve meses en Cuba le han costado a CONAHCYT unos 363 mil pesos por estudiante, mientras que una beca durante el mismo periodo en el Reino Unido cuesta 271 mil pesos. En Estados Unidos la beca cuesta 270 mil pesos.” Se está subsidiando a un estado autoritario, mientras se castiga a los programas de posgrado nacionales, en particular los privados. Esto no puede justificarse.

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Que viene el Lobo….   Luis Miguel Rionda (*)   Inicio el año agradeciendo a mis módicos lectores por el acompañamiento semanal en este espacio, con motivo de mis cavilaciones y opiniones sobre una diversidad de temas que impone la cotidianidad. Sólo he estado ocasionalmente ausente en consecuencia a vacaciones, necesidades de la salud o imponderables de la chamba. En las 52 semanas que contiene el año, este pasado 2023 pude publicar 47 colaboraciones. Desde que comencé a padecer el vicio de la escritura periódica y contumaz en 1981, he acumulado mil 58 artículos con muy diversas tramas, alcances y calidad elaborativa. Aunque con algunas largas interrupciones por imposición de la prudencia laboral, estoy contento de mantener una presencia en la opinión regional por 43 años. A ver si logro el medio siglo. El año que inicia se anuncia complejo y difícil. Nunca como ahora –al menos en mi periodo de vida— nuestro país se ha ubicado en una tan grave encrucijada sobre su futuro. Las elecciones generales del 2 de julio marcarán el momento culmen de una toma de decisión fundamental, pues no sólo se renovarán autoridades y representantes, sino que se optará entre dos modelos de desarrollo político y social divergentes: primero, con el retorno al esquema del nacionalismo revolucionario, aislacionista, tradicionalista y de discurso populista –muy aplaudido en tiempos de desesperanza—, versus el segundo, con la vía inaugurada hace tres décadas tanto por la socialdemocracia como por la democracia cristiana, que ha abierto al país a los vendavales de la globalización, la competencia y la convivencia democrática. Una reacción a las secuelas de la “docena trágica” del populismo. En términos simples podríamos afirmar que se trata de una lucha entre las ideologías del siglo XX —bipolares, radicales, nacionalistas— y las nuevas tendencias del siglo XXI, más abiertas a la globalización, la integración y la libre competencia en todos los ámbitos. No es sencillo optar entre ambos extremos, pues hay argumentos sólidos en favor de uno y otro. También hay que reconocer que el segundo modelo, apodado equívocamente como “neoliberal”, acumuló mucho desprestigio producto del cansancio social ante una oferta política que siempre representó sacrificio y resultados de largo plazo. Esto colmó la paciencia de los sectores vulnerados del conjunto nacional, que optaron por un golpe de timón en 2018. Pero, tras seis años del “retorno de los brujos” del populismo setentero, el clima político ha cambiado sustancialmente. Hay un desengaño evidente con una gestión federal que ha dilapidado las riquezas públicas nacionales en la construcción de nuevas pirámides en celebración del ego del mesías-faraón. Monumentos al dispendio, producto de los sueños exaltados de un personaje con opinión de todo y sapiencia de nada. Por eso afirmo que los sacrificios de tres décadas están a punto de botarse al cesto de lo malogrado, todo por atender a los prejuicios del nuevo sacerdote de Huitzilopochtli. Los ciudadanos conscientes tendremos muchos motivos para mantenernos al alba durante estos escasos cinco meses previos a la jornada comicial que definirá el rumbo en las próximas décadas. Habrá que desgañitarse la laringe, a la manera de las tres ocasiones de León Felipe: ¡eh! ¡que viene el lobo! ¡que viene el lobo!… ¡que viene el lobo!         (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus Le

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Doscientos Años Luis Miguel Rionda (*)   Estamos en periodo de conmemoraciones bicentenarias en México y en Guanajuato. Es un buen momento para estimular la reflexión sobre los dos últimos siglos de transformaciones en ambas entidades políticas, una de alcance nacional y la otra regional. Hace doscientos años cayó el efímero primer imperio mexicano, ese que encabezó el moreliano libertador Agustín de Iturbide. Luego de gobernar por escasos diez meses, abdicó el 19 de marzo de 1823 e inició la tradición de los políticos mexicanos de exiliarse en el ostracismo dorado de Europa. La rebelión republicana del Plan de Casa Mata, liderada por el ambicioso joven Antonio López de Santa Anna (padre del populismo mesiánico), fue el movimiento que le obligó a renunciar. Lo hizo sin oponer resistencia violenta; todo lo contrario: puso los cimientos del nuevo orden al acordar la restauración del Congreso nacional, mismo que le exigió su abdicación, y posteriormente emitiría una abusiva ley ad hominem, que ordenó su ejecución. El naciente México optó así por darse un orden político republicano, en lugar del monárquico que se había prescrito en el fundacional Plan de Iguala de 1821. Para formalizarlo se instaló un congreso constituyente el 5 de noviembre de 1823, que se encargó de canalizar los intensos debates entre centralistas y federalistas, hasta promulgar la constitución federal casi un año después, el 4 de octubre de 1824. Se optó por el modelo norteamericano (Constitución de Filadelfia, 1787), antes que por el europeo (Constitución de Cádiz, 1812). Todavía debatimos si fue un acierto o un error. En la antigua Nueva España, en 1786, se había constituido por orden del rey Carlos III el régimen de intendencias. El territorio virreinal fue dividido entre doce de ellas, incluyendo la de Guanajuato. Por eso fue muy natural que se convirtiera en 1824 en uno de los diecinueve estados federados, a los que se sumaban cuatro territorios y el caso especial de Tlaxcala. Así lo ordenó el artículo 5º de la nueva constitución. Por cierto, también definió en su artículo 3º que “la religión de la nación mexicana es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana” (https://t.ly/6dIwE). En consecuencia, en Guanajuato se instaló el 25 de marzo de 1824 el primer congreso constituyente, que se encargaría de la redacción de la primera carta magna de la entidad, que finalmente fue promulgada el 14 de abril de 1826 (https://t.ly/9Wvl6). La firmó José María Esquivel y Salvago, diputado presidente, y la publicó el primer gobernador de la entidad, Carlos Montes de Oca, electo dos años antes. El artículo 4º enumeró los diecisiete municipios que lo conformaron. El nacimiento de México como república federal, y de Guanajuato como entidad soberana, no se dio de manera serena o afable. Muchos temas seguían sin una solución clara, y con demasiada frecuencia se optó por las armas antes que por la política. Pero sin duda hay que reconocer que el constitucionalismo siempre ha sido una herramienta civilizatoria que, si es respetada, conduce a la armonía social y al desarrollo. Una lección que conviene recordar hoy día, a doscientos años, cuando desde el poder se amenaza el orden legal.       (*) Antropólogo social. Profesor de la Universidad de Guanajuato, Campus León    

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