Juan Miguel Alcántara Soria
Uno de los rasgos de su personalidad social que comparten Trump, Sheinbaum y Nicolas Maduro, es que dan uso y sentido a las palabras que no se corresponden con sus etimologías o sentidos gramatical, histórico, ético o jurídico. No llaman a las cosas por su nombre, o cambian de nombre a las cosas. En la semana anterior los tres lo volvieron a hacer. A Trump se le ocurrió decir que cambiará el nombre al Golfo de México por “Golfo de América”, además de desear anexarse a Groenlandia y Canadá. “América” son los Estados Unidos, nada más. La subpresidenta, ocurrente, dijo que mejor llamar “América Mexicana” al territorio de los estados que nos robaron los estadounidenses. Y alardeó que México es “el país más democrático del mundo” (pero lo gobierna Obrador), que Mexicana de Aviación, el Tren Maya y la Refinería Dos Bocas van muy bien, estando arruinadas. Por su parte, el gobierno de Maduro declaró que expresidentes de diversos países, Fox y Calderón, incluidos, quieren “invadir” su país, les impidió ingresar, y con pretexto paralelo encarceló líderes de la oposición. y consumó robo electoral.
En griego “onomaturgo” es el autor o creador de nombres. En el libro del Génesis se atribuye a Adán esa tarea inicial. Trump, como Obrador o la Sheinbaum, tienen ese síndrome de bautizar o rebautizar las cosas; mecanismo útil para mentir abiertamente, y atragantar con sus afirmaciones a seguidores. La ignorancia y la altanería de Trump son inmensas y visibles a todo el mundo. Desconoce que el Golfo de México, antes Golfo de la Nueva España, es esa porción de mar encerrada entre la Península de Yucatán y la de La Florida (ésta bautizada por el conquistador Juan Ponce de León, en 1513). Así conocido desde tiempos del dominio español. Su arrogancia será una amenaza para la subpresidenta y para nuestro país. Entre mentirosos “onomaturgos” nos moveremos.
Hace doce años Maduro se hizo del poder con apoyo de cubanos y militares narcotraficantes – varios hoy buscados por EU-, previa destrucción de instituciones y concentración del poder, con Hugo Chávez. En la última elección su oponente Edmundo González ganó; exhibió las actas que le dan una ventaja del 67% contra el 31% de Maduro, una diferencia de 2 a 1; actas recién entregadas al gobierno de Panamá para su resguardo. (Los presidentes de Chile, Brasil y Colombia, de izquierda, consideran hubo fraude electoral; la de México, no; cómplice). Trump o Sheinbaum no dudan en mentir en voz alta, a la luz pública, y son creídos por masas acríticas, que no piensan por sí mismas, aborregadas.
La subpresidenta ha completado el cambio de régimen en dirección venezolana, dictatorial. Lo que no alcanzó en su tiempo el presidente Obrador, ella lo culmina, que al destruir al poder judicial concentrará un poder político que no se veía desde el Porfiriato. Con posibilidades de manipular los próximos procesos electorales. Habrá necesidades de otros Francisco I. Madero.
Acá, allá y acullá, las deficiencias o insuficiencias educativas, incluyendo las de formación ciudadana, son facilitadores de demagogos, jefes de facciones populares, manipuladores de plebe. Y hoy, con la Inteligencia Artificial, hay mayores amenazas. Muchas de esas amenazas se deben, para empezar, a la falta de consideración o respeto a los distintos niveles de conocimiento humano. Todos tenemos certeza natural de muchas cosas, varias de ellas por instinto; pero es necesario que la mejoremos mediante la educación. Y para ello, comunicarnos y apoyarnos unos a otros. Tomemos un ejemplo matemático: dos y dos son cuatro. Y si cuando yo debo dinero, dos y dos son tres: y cuando me deben dos y dos son cinco. ¿Este es un problema aritmético o es un problema moral? Todos nuestros actos conscientes y libres implican una posición ante el bien, y son, por tanto, de índole moral, entre un bien y un mal, o un mal mayor y otro menor. Y lo que decimos para el ámbito individual o personal también aplica para el ámbito social, en donde nuestros actos nos determinan para el bien o el mal común.
No somos dueños del sentido de las palabras. Respetémoslo. De lo contrario, nos incomunicamos e impedimos apoyarnos unos a otros, más en estos tiempos de demagogos que ocultan la verdad.